Dec 20, 2009

decidir conmoverse


D
e acuerdo con los fundamentos de la Física, en términos matemáticos, el tiempo es igualmente accesible hacia el pasado, que hacia el futuro. Lo que impide que accedamos al futuro es el cerebro humano, la conciencia. El cerebro únicamente tiene mecanismos de almacenamiento de los acontecimientos que ya ocurrieron. Pero no puede aplicar fisiológicamente las ecuaciones matemáticas que le permitan acceder al futuro. Entonces, esa sensación de novedad, no es más que el efecto fisiológico del primer encuentro del cerebro con determinada información. Toda, absolutamente toda novedad pierde el brillo de ser tal.

Las personas que pierden la memoria de corto plazo experimentan continuamente la sensación de novedad, para siempre. La capacidad del cerebro de almacenar la información nos permite experimentar la novedad y experimentar después la costumbre. Pienso en lo anterior profundamente. Hablando de una persona normal, de alguna forma, también participa la decisión en este proceso: todo me parece novedoso, o he decidido que nada me sorprenderá (hablando de los extremos). Algunas personas lo hacen automáticamente: la decisión es subconciente. Otras lo hacen concientemente, han decidido encontrar la novedad/frescura/maravilla en las cosas, aunque sean cosas cotidianas. Como alguien, por ejemplo, que sufre un accidente grave y logra recuperarse, para dar valor extraodinario a lo que -previo al accidente- consideraba ordinario. Y no sólo decide asignar dicho valor, sino que puede experimentar emocionalmente la impresión de la novedad, puede sentir el valor. La sensación, entonces, es parte de un proceso de decisión, ya sea conciente o inconsciente.

Hablando de aquello que nos conmueve, pienso que ocurre un proceso similar. Así como podemos experimentar sorpresa o admiración ante algo nuevo, podemos también sentir que un evento, frase, gesto, suceso, escena, experiencia, etcétera, puede provocarnos un repentino sentimiento de empatía, vulnerabilidad, disposición, apertura. A medida que he incorporado este tipo de análisis en mis propias emociones, son cada vez menos los estímulos que me parecen novedosos -aunque sea la primera vez que me encuentre con ellos- o que me conmuevan. Creo que tanto mi formación científica como otras experiencias que han consumido mi capacidad de -valga la expresión- alegrarme, tienen mucho qué ver en esta ausencia de conmoción y asombro.

Sin embargo, aún hay situaciones que me conmueven (hablando únicamente del grupo de situaciones a las que me enfrento en mi vida cotidiana, sin considerar aquellas que no experimento, por ejemplo, la guerra, los niños, el mar, entre otros). No logro identificar plenamente qué es lo que determina que algunas resulten en ello y otras no. Me parece que la sensación de conmoción viene de una conexión neuronal tan remota, que no tiene sentido intentar seguir el hilo de conexiones neuronales en reversa, hasta llegar a la razón. Diré entonces qué me conmueve:

  • Ver a cualquier animal sufrir.
  • El verde de las hojas de los árboles.
  • Los cachorros de cualquier especie, sin incluir a los humanos.
  • El atardecer.
  • El cielo estrellado del campo, en absoluta oscuridad.
  • Un paisaje natural sin evidencia de actividad humana.
  • Alguien que, sin haber sido especialmente capacitado, realiza de manera formidable determinada tarea.
  • Una plántula que emerge al germinar una semilla.
  • La mirada silenciosa de Cas.
  • El canto de las cigarras.
  • El llanto de mi madre.

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