Dec 9, 2011

Hace mucho que no escribo, otra vez. ¿Qué está pasando conmigo? Tengo muchas cosas en la cabeza y más en el corazón, pero, no, escribir no es como era antes.  Me pregunto si es un signo de atolondramiento emocional o, al contrario, un signo de paz interior y ausencia de la necesidad de expresar.  Me recuerdo sentada en aquella cafetería en Buenos Aires, después de una larga caminata.  Abrí la computadora y me dispuse a escribir como si estuviera a punto de comerme un platillo delicioso, sabroso, que me dejaría satisfecha.  Escribir, lo que fuera, me confortaba... No, no.  Pensándolo bien, esto no puede ser bueno.  ¿Por qué siento que ya no cuento conmigo misma? Me pareciera que voy sola y me forzo, la forzo a ella, a la que soy yo, que no quiere conectarse con la que la forza.  Ella es la que no quiere escribir.  Prefiere seguir como si nada pasara.  Si no escribo, tal vez no me caiga el 20 de lo que siento.  Tal vez pueda seguir desechando estas emociones conforme las siento, al fin y al cabo, de un momento a otro, se pasan.

Me he vuelto más liviana, es verdad.  Quizá no cargo conmigo tantos pesos dolorosos como antes.  Quedan algunos, pero trato de observarlos.  Muchas veces me descubro colocándome a mí misma en una posición de desventaja ante los demás.  "No tengo esto o aquello... Esto no sucede para mí y sí sucede para los demás... Si esto o aquello sucediera, yo estaría mejor".  Y así lo hago, en una autoflagelación sutil, pero continua.  A veces no digo nada y simplemente me someto al estrés de un trabajo interminable.  Nunca haces lo suficiente y no lo haces a tiempo, me digo.  Y al momento siguiente me doy cuenta de que me estoy maltratando.  Todavía no entiendo muy bien qué es verdad y qué inventé yo.  Qué es necesario decir y qué no.  Qué se debe soltar y qué se debe retener...y resolver.  Todavía no entiendo muy bien.

Pero algo sí he notado.  Conforme pasan los días, las semanas, los meses, todo se olvida.  Todo, todo, todo queda atrás y ya no importa nada.  El estrés que sentí por dejar la casa durante mis viajes, y los esfuerzos monumentales que hice por adelantar todo el trabajo posible antes de irme, ya no importan, ya no los recuerdo, ya olvidé por qué en ese momento tenían -según yo- las cosas qué ser justo de esa forma y no de otra. He sido muy aprehensiva, supongo. ¿Entonces qué es lo que importa en la vida?  ¿El resultado de años de encontrarse en la misma sintonía?  ¿El proceso de cambiar de canal?  Dios, estoy tan acostumbrada a procuarme placeres efímeros que he caído estúpidamente en la trampa de creer que el placer momentáneo es felicidad, es satisfacción, es éxito.  Ay, no, ahí estoy castigándome de nuevo.

No sé por qué no logro trascenderlo todo de sopetón y punto. ¿Por qué mis reflexiones no me llevan a liberarme de mis pesos?  Si los observo y los estudio, no entiendo por qué no se esfuman.  Tal vez necesito ayuda.  Alguien que me diga, déjate de tomar todo tan a pecho.  Si eso o lo otro sucede, ¿qué importa?, ¿no te has dado cuenta mil veces de que nada importa?, sé consecuente con ello y deja todo ir.  Todo.  Sí, también eso, si, y eso otro también.  Nada es "más trascendental" que otra cosa.  En realidad todo es lo mismo.  El chiste es esperar pacientemente a que la vida transcurra.  Todos los moralismos y etiquetas son construídos.  Nada de eso es verdad.  Ya estás demasiado lejos de eso.  Sería hipócrita volverle a rendir tributo al ego.  ¿No sería lo más estúpido volver a actuar por ego cuando ya te has dado cuenta de que el ego no existe?  Sería extremadamente estúpido.  Y las decisiones tomadas estúpidamente tienen consecuencias.  Una cosa es que nada importe y otra que te pongas trabas de largo plazo.  Cuidado, hay qé tener los ojos muy abiertos.

Bueno, respiro hondo.  Al menos ya estoy escribiendo.