Sep 16, 2012

larga crónica de amanecer



25 de octubre de 2012.
Vuelo DF-Madrid por boda de JM.

Hace semanas quiero escribir.  A veces me llegan sensaciones o pensamientos que me parecen esenciales y únicos, y me imagino escribiéndolos en ese mismo instante.  Otra cosa estaré haciendo y no puedo escribir en ese momento.  O entro a la computadora con esa intención y finalmente me dejo llevar por la inercia de visitar los sitios ociosos que absorben horas en la nada.

Pero ahora no puede ser así. No hay Internet en el avión y tengo esta pequeña computadora que al menos me permite vaciar todo lo que he traído adentro por días, meses.  Qué curioso.  Siempre ando buscando el sentido de las situaciones y ahora pienso que quizá sea éste el único sentido de este viaje. Aunque todavía no sé qué me espera durante su desarrollo.

Siento esta necesidad de hacer una reseña de mi vida entera y luego guardarla en un baúl viejo dónde se ponen cosas que no es necesario ver antes de 50 años. Ya me parece que está lejos. Por algún motivo sigo sintiendo la necesidad de decir: esto ha pasado, ha sido así; como si quisiera dejar bien claro cuánto han cambiado las cosas y cuán diferente de antes me siento.  No puedo acentuar con suficiente fuerza lo diferente que es la vida para mí.  Ni siquiera siento que la situación actual sea continuación de la situación anterior. Me parecen dos situaciones por completo independientes.

Cuando miro a los años que pasé en Morelia, me parece que vivía en un estado de hipnotismo profundo, como supongo que se sienten los zombis.  Aunque en ese momento me parecía estar bien consciente de mi vida, ahora la miro y pienso que no estaba consciente de absolutamente nada.  Definitivamente un parte aguas de ese período fue la experiencia de F.  Ahora entiendo por qué fue todo eso tan doloroso, por qué la depresión y los meses de llorar, por qué la caída al vacío y hasta con un gusto cínico por la melancolía. Con esa experiencia podía declarar al fin que no había sentido en nada.  Llegué a concluir con toda certeza que no había ser, energía o ente creador.  No había nada de nada. Ni esperanza. Qué equivocada estaba.

Fue necesario ese cataclismo para dar paso a lo que luego seguiría.  Cuando sucedió lo de F yo quedé atónita ante los eventos con una mujer que llamaré L. Sin embargo, no pude despertar inmediatamente de lo que entonces era mi realidad.  Me dije, los comunicadores animales existen, pero, ¿cómo lo hacen o qué significa que existen?, no lo sé, y el significado, pues bueh, supongo que significa que hay gente que hace cosas increíbles con la mente.  Punto.  No pude avanzar más en mi curiosidad.  La tristeza de la pérdida de F y la caída de todo el sistema que con tanto empecinamiento había sostenido me sobrepasaban. Me dediqué a terminar la tesis del doctorado, bloqueando –de nuevo deliberadamente- la posibilidad de abrir una puerta a un mundo desconocido y totalmente diferente.  Me recibí en 2008.  Habían pasado 10 años desde que me había enajenado con el trabajo.  Creo que no antes del día siguiente, empezó la desintegración de esa persona.

La inercia duró otros 3 años y pico. Me propuse seguir con el posdoctorado con un proyecto de un libro de xate, escribí algunas cosas sobre sistemas silvopastoriles, colaboré con un amigo para enviar un proyecto de restauración que no fue aprobado.  Todos estos trabajos no fructificaron.  Aún tenía la mente puesta en Chiapas, como algo que ha quedado pendiente de hacer y es necesario terminar, aunque carecía de sentido entonces y también ahora. Inició el trabajo con Pronatura y –como lo marcaba mi costumbre- me enajené con actividades científicas y laborales.  No disfruté ese trabajo.  Pero tampoco fui capaz de ver eso y expresarlo al término del tiempo de prueba, 3 meses. De nuevo me tomé todo personal y seguí con ello, la vieja costumbre del deber ante todo.  Pero este trabajo era mucho más incómodo que el del doctorado. Al menos en el doctorado todo el mundo me decía lo bien que lo hacía.  Sí.  A veces pienso que en verdad mi educación escolarizada apuntaba firmemente a algún puesto académico relevante. Tenía todo lo que se necesitaba, sobre todo la actitud, el ego.  Pero en este caso no eran actividades académicas ni lo hacía yo también como antes. En realidad, luchaba por terminar cada día.  Trabajaba con hombres indígenas, y no tenía que ser un genio para darme cuenta lo poco que yo ahí encajaba, y lo poco que encajaban todas mis creencias con ello.

Por otro lado, volví a los escenarios de destrucción de la naturaleza.  Seguí pasándola muy mal por eso.  Bosques talados, plantas tiradas que tardan en florecer 18 años.  Hombres que comercializan con ellas.  No vale la pena ahondar, el caso es que era muy desagradable.  Me costaba mucho trabajo enfrentar todo eso, porque en ese tiempo todavía me involucraba por completo en las situaciones, como si el mundo que vivimos fuera real, y valiera la pena tomar un papel de la lista y actuarlo en la obra que todos actuamos. Yo también creía que debía participar. Y, al igual que pensaba que mi papel era fundamental, me afectaban los papeles que desempeñaban los otros.  Mi ego estaba bien apeado de mi cuerpo. Toda yo me lo creía todo.
 
Ahora me viene un cansancio de imaginarme todo lo que siguió.  Me detengo y me quedo abrumada por aquellas situaciones.  Tal vez este ejercicio de dejarlas aquí descansar en el papel me sirva para no recordarlas con tanta pesadez.  Tal vez puedo recordarlas en el futuro, como un extraño programa de tele que vi y que era muy azotado, pero que no tuvo mayor trascendencia y que acepto como parte de la realidad.

Lo curioso es que todo fue sucediendo gradualmente, muy gradualmente.  Ahora me parece que esto-que-ahora-es, sucedió de sopetón, pero no fue así.  Si lo queremos ver así, esto-que-ahora-es viene sucediendo desde el día que nací (sólo parece ser así, pero quizá desde antes). Tenía que ser hasta ahora que yo podría darme cuenta de todo esto.  No pudo ser antes.  Me traiciono pensando que me pude ahorrar todo eso, pero al mismo tiempo pienso que, si me lo hubiera ahorrado, tampoco eso sería garantía de haberme dado cuenta de lo que sucedía. Es decir, el estado mental actual parece sólo ser posible dados todos los estados mentales anteriores.  Pareciera imposible hacerlo surgir de otras casualidades, quizá, menos traumáticas. Nada es casualidad, y al mismo tiempo nada no está escrito. Apoyar y refutar esta hipótesis es lo que ahora me hace pensar un poco.  Pero ese es tema muy reciente. Más tarde hablaré de eso.

Regresando a las reflexiones anteriores, fue hasta que terminó el trabajo de Pronatura que pude plantearme las preguntas que había evitado plantearme antes.  ¿Qué es importante, qué no?, ¿qué hacer en la vida, con qué sentido?, ¿qué vale la pena perseguir…o, hay algo que valga la pena perseguir?, ¿para qué, para quién?  La respuesta a todas estas preguntas quedó desierta poco a poco.  No me había atrevido a dejarlas sin responder, como amerita, pero gradualmente me fui atreviendo.  Y todo gracias a – o como producto de- encuentros providenciales que tuve.

5 de noviembre de 2012.
Regreso de Madrid a Mex.

Desde que era niña, me preguntaba dónde estaba el Universo, o qué era todo esto – la vida – que sucedía ante nosotros.  De alguna forma me acompañaba siempre una duda profunda sobre la realidad.  ¿Por qué la consciencia?, ¿por qué la religión?, ¿por qué la cultura?, ¿por qué yo?  La verdad es que nada quedaba aclarado.  Tenía qué seguir con mis pequeñas obligaciones pasara lo que pasara. Viví el tumulto emocional usual de los seres humanos.  Mi infancia fue sombría, pero no tétrica.  Mi adolescencia fue voraz hasta conmigo misma.  Mis veintes fueron intensos, ora creativos, ora destructivos. Todo ese tiempo viví el dualismo absoluto.  Yo – un sujeto real – estaba aquí.  Dios – o como queráis llamarle – estaba quién sabe dónde.  Aprendí a ver el mundo a través del método científico. Pasé muchos años así, con una rigidez considerable.

Cuando terminé el doctorado regresé al DF.  Pocos meses antes había re contactado con M, mi amiga de la prepa. Ella había vivido su propia aventura y tenía 2 hijas grandes, una casa y un divorcio.  M ya estaba buscando experiencias que le permitieran aumentar sus niveles de consciencia. Yo seguía con mi rigidez pero no estaba cerrada a probarlas.  M me habló de unos talleres vivenciales.  Ella había asistido al Juego del Samurái, dónde los participantes descubren qué estrategias usan para salir adelante en la vida. Dentro de sus vivencias, había concluido que nada era grave en realidad, ni siquiera la muerte.  Éste era un pensamiento nuevo que no había pasado por mi cabeza nunca.  La muerte era realmente lo peor que yo podía concebir en cualquier situación.  La escuché atentamente mientras veía desintegrarse el velo sagrado del concepto del fin irreversible.

M también me comentó sobre el taller de sexualidad.  Asistí. Fue una experiencia maravillosa.  Después de años de ropa de hombre y método científico, reconecté con mi feminidad. Fue como darme cuenta que era una mujer, que puede ser sensual, que puede resultar atractiva, que puede amar su cuerpo, que puede aceptarse a sí misma, qué puede dar vida de muchas formas. Qué baja era mi autoestima.  Vivía todavía un profundo dualismo y, en él, estaba peleada con mi propio cuerpo humano.  Esta reconciliación fue muy importante para lo que siguió.

M también me habló sobre el match. Ella había conocido a algunos hombres ahí.  Yo llevaba sufriendo intensamente por no tener pareja desde 6 años atrás, y caer continuamente en espejismos decepcionantes.  Después del taller de sexualidad, me sentía entusiasmada con interactuar con alguien, con más confianza en mí misma, no necesariamente con el sexo como objetivo.  Abrí un perfil en match e inicié la búsqueda.  La verdad es que no había nada muy interesante. Me mandaban muchos guiños pero no eran del tipo de hombres que estaba buscando. M me volvió a orientar. No, no, me dijo, tienes que hacer tú la búsqueda y poniendo las características del hombre que quieres.  Así lo hice entonces.  El sistema generó 4candidatos.  Uno de ellos fue R.  Y todavía es.

El encuentro con R fue sanador en numerosas dimensiones.  Desde luego fue muy gratificante volver a relacionarme con un hombre de forma romántica. Él resultó un exótico caballero lleno de sorpresas interesantes.  Curiosamente, la primera mañana que amanecí en su casa, encontré entre sus libros “El amor y la soledad”, de Jiddu Krishnamurti.  Fue una lectura tan densa como necesaria.  Yo había tratado de leerlo antes, sin éxito.  Ese día empecé a leerlo sin problema, para terminarlo un año después.  Así son las lecturas que te cambian la forma de ver la vida.

Para desarrollar mi relación con R, debía deshacerme de todas las concepciones anteriores que tuve de las relaciones, la pareja, y los hombres en general.  El resto de su biblioteca era igual de interesante.  Las lecturas que él me fue presentando, junto con la puesta en marcha de los nuevos conocimientos que la relación exigía, rindieron muchos frutos.  Estuve locamente enamorada de él, en el sentido más dualista de la palabra. Tuve largas temporadas de colocarme en una posición desventajosa ante él, percibir necesitarlo, extrañarlo, y esas emociones propias del apego y las relaciones tradicionales.  Sin que yo concibiera que eso pudiera desaparecer, desapareció.  Ahora estoy en un punto que jamás imaginé.  Sin dependencia, sin apego, sin afán de control. Vivimos una relación que me atrevo a llamar libre.  Y la disfruto mucho.  No sé si el resto de mis relaciones sean así.  Por ahora eso no tiene importancia. Con esas reconstrucciones se fueron mis ansiedades por la soltería o la vida en común.  Me costó soltarme de todas las estructuras, pero fue posible. Todavía me quedan algunos impulsos de posesión, pero los trabajo día a día.  A veces, sólo con hacerlos conscientes, desaparecen.

Poco después de conocer a R fui a dar a SCLC.  También –y no- me arrepiento de eso. Primero viví en casa de una señora alemana, en un pequeño búngalo dentro de su propiedad.  De ella no diré más que esto: tenía el libro de Jac O’Keefe.  Consideraba que esa era la lectura espiritual más radical que hubiera leído.  Me llamó la atención esta categorización y lo compré. La lectura ha sido reveladora como pocas: dos años y pico después no logro terminarla.  Aunque no fue Jac la primera que dijo lo que en su libro aparece, era aún más shockeante leerlo de una mujer blanca de habla inglesa.  Sus videos en Internet eran como ventanas a nuevas dimensiones.  El nivel de consciencia del que ella hablaba– y en el que se encontraba sumergida – era algo desconocido para mí. Como navaja afilada, echaba abajo todos, absolutamente todos, los conceptos de los que se pudiera agarrar una persona, por decir lo menos.  Ahí fue dónde me topé con una verdad fundamental: tú crees ser una serie de pensamientos que tomas como verdad.  Nada más. Simples pensamientos.  Tú no eres eso.  ¿Qué/quién eres?  Por fin estábamos llegando a retos interesantes.  Naturales, no fabricados por personas.  Intuitivos, no racionales.  Aún sigo trabajando en esa pregunta.

Mientras tanto, se revelaba que el encuentro con R ocultaría retos más difíciles que los de trascender todas las concepciones sobre relaciones y parejas.  En cuanto me enteré de lo que sucedía me sumí en otro abismo de tristeza que no me soltaría por 2 años.  Fue interesante ver cómo me iba sumergiendo en las fases de los eventos catalogados como shocks.  A él no podía decirle mucho, aunque sí empecé a culparlo y resentirme.  Me atacaron todo tipo de dudas. ¿Qué haría si terminaba mi relación con él?, ¿cómo le diría a mi siguiente pareja lo que sucedía conmigo?, ¿eso me privaría de tener otra pareja el resto de mis días?  De nuevo enfrentaba la vida desde una perspectiva completamente dualista.  Y con mucho miedo.

Pero algo curioso sucedía bajo todo el tumulto del fenómeno.  Quería sentirme bien.  De verdad quería sentirme bien pasara lo que pasara.  ¿Sería posible?, ¿podría trascender algo como eso?  Con estricta confidencialidad le comenté a M lo que sucedía.  ¡Yo conozco a alguien que puede remediarlo!, me dijo. Es más, esta persona puede remediar cualquier cosa, de la índole que sea, que suceda contigo.  Me quedé altamente intrigada.  Sería necesario tener una entrevista con esta persona.  La llamaré P.  Fue ahí cuando me encontré con la técnica.  Ignoraba por completo el abanico de revelaciones que se vendrían sucediendo a marchas aceleradas en 1año.

Poco tiempo atrás yo me había topado con el libro de las 5 heridas.   Definitivamente, esta lectura hizo una diferencia monstruosa en mi psique.  Me vi reflejada en las heridas – o huellas, como las llama R – que me caracterizan.  ¡Ahí estaba yo, retratada a todo detalle!  ¿Cómo podía pensar que mi identidad fuera real, si aparecía retratada en un libro que había escrito una mujer en Canadá, años atrás, que jamás me había conocido?  ¿Por qué ella podía saber qué sucedía conmigo, de niña y de adulta, si ni yo misma lo sabía?  Y yo que me sentía tan única, tan diferente del resto, tan excepcional.  Resultaba que lo que yo llamaba “yo” era un simple efecto de ciertas causas.  Lo auténtico, lo “yo misma”, no era prácticamente nada.  Todas mis acciones eran, en realidad, reacciones.  Las decisiones que yo pensaba tan espontáneas y genuinas no eran más que el resultado esperado de lo vivido en la infancia. Lo único auténtico, quizá, era esa tímida neurona que se preguntaba cómo funcionan todas las otras.  Las conclusiones eran coincidentes con el libro de Jac, aunque ésta última hablaba desde la perspectiva espiritual.

Cuando llegué a la entrevista con P, me sorprendí de muchas formas.  Fue la primera vez que experimenté la kinesiología, es decir, cómo el subconsciente puede responder a través del cuerpo cosas que no están en el consciente. Además, ella hizo otras cosas que causaron un efecto muy importante en mí.  En su presencia, mi mente se aquietó y me sentí bajo el efecto de una meditación profunda.  Mi experiencia en meditación era poca, aunque iba lentamente aprendiendo sobre su importancia. Yo llevaba algunas solicitudes para P.  Gracias al libro de las 5heridas, había caído en la cuenta de lo importante que era perdonar a mis padres y a mí misma sobre los errores del pasado.  Era necesario aceptarlos tal cual eran, con defectos y virtudes, para seguir adelante. Y también era necesario perdonarlos para poder amarlos con autenticidad.  Así que eso le pedí a P.  Ella invocó la técnica en silencio y después me dijo algunas palabras que resonaron fuertemente en mi corazón.  ¿Me permites mostrarte lo que es amarte a ti misma bajo la concepción de Dios de lo que es el amor a uno mismo?  Respondí que sí a todas las preguntas.  Al final de la sesión, mi cuerpo respondía afirmativamente lo que al inicio había negado. Algo había cambiado, y P lo había hecho. O al menos yo creía eso en ese momento.

Sobre mi asunto con R, P me indicó hablar con el asunto directamente.  Me pareció una declaración algo esotérica y no comprendí bien de qué hablaba.  Pero me sonó algo lógica y no pregunté más.  Todavía no sabía cómo hacerlo.  Tenía que pasar un año de aprendizajes para comprender a qué se refería.  Habla con él, me dijo, habla con él y ve por qué está sucediendo esto.  Sin embargo, a mí todavía me faltaba pasar por un proceso emocional, en el que pude aceptar lo que sucedía y perdonar a R con todo el corazón.  Necesité también otras sesiones de la técnica, aunque en este caso fue con otra chica, no P, sino otra que llamaré A.  Salí de la entrevista con P como renovada, aunque fue a los pocos días que realmente noté cómo un peso enorme se había ido de mi cuerpo, mente y corazón.  Y a mis padres empecé a amarlos sin ningún obstáculo, tal cual son.  Hubo una especie de efecto dominó y pude aceptar a las personas tal cual eran.  Se antojaba pensar que a todos.  Al menos la sensación era esa.  Aún ignoraba yo cómo P había logrado eso.

Después vino el fin del trabajo en Pronatura.  Empecé a meditar fuertemente y tomé el libro de comunicación animal de la mentora de L. Por fin pude leerlo a fondo, y, lo que jamás pensé que fuera posible, empecé a practicar yo misma.  En abril tuve mi primer resultado con Cas.  Pude comunicarme con ella.  Fue muy claro pues me mostró que me escuchaba en el mundo físico. Fue tan impresionante que quedé pasmada. Traté de comunicarme con otros animales, pero no tuve mucho éxito.  Seguí practicando todo lo que pude.  Conseguí más libros y empecé a leerlos.  Parecía que todos hablaban de lo mismo, de una u otra forma.  Curaciones, telepatía, energía, intuición, meditación, mantras, chakras, ángeles, duendes, hadas, espíritus, todo un nuevo mundo se estaba develando ante mí.  Aquél que bloquee cuando censuré mi parte intuitiva en la adolescencia.  Aquél que bloquee cuando sucedió lo de F.  Empecé a seguir un programa de tele que muestra a personas que tienen experiencias después de la muerte, y viven para contarlo. Poco tiempo después, tomé el primer curso de la técnica, para aprenderla.

No tuve resultados demasiado interesantes en ese curso, de hecho casi no percibí nada.  Mi cerebro aun funcionaba con las fibras duras de la razón.  Todo lo pensaba, todo lo analizaba, todo lo cuestionaba.  Así que durante el curso sentí inseguridad más que otra cosa.  Pensaba que algo estaría mal conmigo y que a mí me sería muy trabajoso lograr lo que A lograba.  Pero no dejé de practicar y, aprendida la técnica, practiqué la meditación que le correspondía todo lo que podía.  Trataba de quitarme la idea de llegar a algún lado u objetivo.  Trataba de tomarlo como venía, con o sin resultados. Entendí cómo P había logrado cambiar mis creencias acerca de mis padres y de mí misma.  Ante mí se presentaba la posibilidad de eliminar todas las creencias negativas o falsas que hubiera adquirido en esta vida – o en cualquier otra.

Mientras tanto, como SCLC estaba lejos de la familia y R, busqué mudarme a otro pueblillo más cercano al centro del país.  Visité varios lugares y vi casas.  Sin embargo no encontré ninguna que me pareciera suficientemente buena, pues la que tenía en SCLC es estupenda.  Así que seguí buscando, hasta que encontré una suficientemente buena y decidí mudarme a ella. Sin embargo, con cierto misterio, el trato de renta se esfumó el mismo día que iniciaba el contrato.  Tomé todo con calma, para mi sorpresa.  Regresé a SCLC con una nueva sintonía, una especie de sensación de que todo estaría bien pasara lo que pasara, con mudanza o sin ella.  Vi todo con nuevos ojos.  Me costaba relacionarme con las personas y hablar con ellas.  Algo muy fuerte me llamaba por dentro.  Sentía un impulso muy fuerte de meditar y estar en silencio.  Aún lo siento. Todas las ansiedades con Desaparecieron.  Las meditaciones se volvieron fundamentales para comprender por qué estaba R en mi vida y lo que ello conllevaba.  Conforme más practicaba las meditaciones, más cosas se revelaban sobre los andares de mi alma, y yo me iba explicando todas aquellas situaciones de niña que no había terminado de comprender cabalmente.

La Desaparición del Universo fue un eslabón fundamental en la cadena que llegó a poner todo en su lugar con una solidez escalofriante.  Alrededor de los días en que nacía D, yo lo leía a profundidad y trabajaba en unos jardines industriales que se me encargaron. Mi ligereza era notoria, hasta para mí misma.  Aunque cuando D nació, tuve una especie de depresión postparto indirecta.  Sentí un agujero en el estómago por una semana, y tuve algunas pesadillas en las que despertaba aliviándome de que no fuera mi hijo. Esto me reveló que la maternidad podía permanecer latente en mis planes, no había necesidad de apurarla, podía dejar descansar un rato el dilema detener hijos.  Fue el libro que despejó la duda por completo.  O debo decir que fue J, que habla a través del libro.

Todo ese tiempo que estuve en DF, pude continuar con las prácticas de la técnica cada jueves.  Mientras tanto, encasa, seguí practicando sola e intentando comunicarme con animales mediante telepatía.  Vi a R varios días, tanto en su casa como en la mía.  Fue muy grato convivir con él, aunque el trabajo de los jardines me tenía bastante ocupada.  Seguí viendo casas en los pueblillos elegidos, pero no encontré nada. Regresé a SCLC y participé de algunas prácticas de la técnica por Internet.  Entonces tomó sentido el no haber encontrado la casa fuera de SCLC, y seguir ahí.  Las mañanas se presentaron soleadas y silenciosas, perfectas para meditar, leer, reflexionar.  Miré la naturaleza con toda consciencia de su neutralidad, aun con el cambio de uso de suelo.  En cuanto a los entes vivientes móviles, no tuve más emociones extremas por ellos, sólo compasión y respeto.

A pesar de haberlo cocinado por un tiempo considerable, apenas ahora experimentaba lo que era aceptar la realidad tal cual es, incluidos los eventos relacionados con mi vida, incluida yo. Todo iba tomando su lugar, pero a un nivel totalmente diferente de cuando las cosas tomaron su lugar en el pasado. Esos habían sido momentos de control y paz aparente, pero nada qué ver con la verdadera paz que ahora sentía. Una especie de saciedad y felicidad permanentes que están conmigo a la fecha.  Un deseo de nada, pero sin tristeza.  Una aceptación de todo, con gusto.

Entonces vino la oportunidad de tomar el segundo nivel del curso de la técnica.  Fue un curso muy corto al que asistí con dudas de si valdría la pena. Fue costoso y tuve que viajar de ida y vuelta varios fines de semana.  Sin embargo no me sentía cansada.  Me iba a dormir y dormía 8 horas seguidas con buen descanso.  Me levantaba temprano y sentía una energía interesante, como si el vivir el momento presente me diera energía en el momento presente, y no se me terminara nunca la frescura. Si acaso caía en un mal viaje o mala vibra, era por la costumbre de tantos años, y lo notaba.  Como si una parte muriente de mí diera sus últimas patadas de queja al mundo. No eran inconformidades auténticas, sólo patadas de ahogado delego.  Pero esas también las dejé ser, sin juzgarlas.

El segundo curso fue muy interesante e intensivo.  Pudimos experimentar cada plano y nos comunicamos con seres de cada uno. Trabajamos entre compañeros y cuando llegó el momento de comunicarme con J, lo solicité emocionada.  Lo que leíste es verdad, fue lo primero que dijo. Después usó símbolos que no comprendimos muy bien, pero ya sabremos qué significan.  Dijo que trabajaba conmigo, que iba muy bien, que siguiera.  Le agradecí tanto, le dije que lo amaba tanto. Y él nos devolvió la gratitud y amor multiplicados por un millón.  Quedé totalmente extasiada.  No habían palabras para expresar la sensación de gozo y plenitud que había en nuestros corazones.  Aun ahora quedan cortas ante lo que experimentamos.  Parecía la explosión de mil supernovas ante nuestros ojos.  Un océano de luz que impasible esperaba a nuestras almas y a la desaparición del universo.

Entonces todo se tornó más claro de lo que ya de por sí se había tornado desde enero.  Si el universo es el ojo de madera de la mesa del departamento de mi amiga, y el departamento de mi amiga, el edificio, la ciudad, el mundo, el universo repetido, es Él, estamos tan cerca aquí en la Tierra unos de otros, que todo es posible.  Lo único que nos hace creer que estamos separados es el ego y el cuerpo.  El ego parece grande, pero es muy pequeño.  Comunicarnos con animales, con seres de otros planos, hasta con esa criaturita que parece tan pequeña que me indicó P, y con el mismo J, no es un asunto de magia o de imposibilidades superadas. Es quizá un asunto de consciencia, si es que puede definirse como “asunto”.  Sintonía suena mejor.  O hasta estado del Ser.  Aun no lo puedo expresar muy bien.

Sigo practicando.  He logrado comunicarme con otros animales y he comprobado que las comunicaciones son certeras.  Aunque todavía no lo hago con tanta facilidad o regularidad.  También he intentado aplicar el CDM, tal como J me invitó a hacerlo.  Me siento tan bien con él, es como si estuviera apadrinada por el mejor de los padrinos.  El amor puro. Siento un deseo de abandonarlo todo, de tomar una vida sencilla que se resuelva de forma humilde a sí misma. Que me permita comer y ayudar y cuidar de mis animales.  Veremos qué llega.  Me parece que J todavía tiene muchas sorpresas preparadas para nosotros, con su infinita sabiduría.

Se vienen semanas de cambios.  Con lo aprendido, estoy hablando con las piedras y con mi cuerpo.  He comprado mis primeros guardianes minerales, están aquí en sus bolsas, esperando ser leídos y programados. Cuelga en mi cuello una roca cristal de ojo de gato, blanca y redonda, pura y perfecta, que me regaló R.  Estoy ansiosa por hablarle también, y hacerla mi protectora, mi guía, mi navaja energética, mi ángel, mi hada, mi portal hacia más adentro de mí misma.  Dentro y fuera, todo es lo mismo.  Silencio o palabras, todo flota en la misma matriz.  El ego se va difuminando.  Todo apunta a que lo natural es mucho más fuerte y absoluto que el impacto del ego en la matriz energética.

Pedí a A ser mi maestra y aceptó gustosa.  Pregunté por grupos de práctica y sí existen.  Sólo tengo que asistir y continuar.  Practicar, practicar, practicar.  Aprender, aprender, aprender.  Olvidarme de que hay cosas que no sé, para saber que lo sé todo desde siempre.

Sep 8, 2012

amanecer

En este mismo cuerpo, en esta misma mente, en esta misma vida, hubo noche.  Pero también aquí amanece.

símbolos

La verdad es que yo desestimé los símbolos desde hace años.  Recuerdo ese día en que, discutiendo religión con mi papá, le dije que la comunión, persignarse, arrodillarse, etc. no eran más que símbolos, representantes materiales carentes de valor, inútiles.  Que no tenía ningún sentido realizar esos símbolos o cualquiera otros.

Después, ya de forma automática, puse todos los símbolos en la misma canasta, y desacredité todo tipo de "objetos" o "gestos" que se usaran en un contexto religioso o "espiritual".  Me parecía que la "espiritualidad", si es que se le puede categorizar, debía estar deprovista de todo, de absolutamente todo, lo material.  No podría identificarse con nada del mundo material y mucho menos, del humano.  Así que todo lo que un ser humano identificara consigo mismo, para efectos de fundamentar su dimensión espiritual, me parecía arbitrario, artificial, banal y primitivo.  Me imaginaba esos hombres de la India que lo han dejado todo y no tienen más que una corta falta de color bermellón.  Yacen sentados en el suelo, en el polvo, sus cabellos y uñas crecen, no tienen posesión alguna... Ellos me parecían lo más cercano a algo espritual.  Por supuesto yo nunca llegaría a ser alguien así.  Me atraía la idea de hacerlo, pero me aterraba el juicio social que caería sobre mí.