Jan 27, 2010

tesoro


yo soy lo que queda del rastro de la vida
soy el cobre enverdecido al oxígeno y el viento
cuero suave curtido a piedra y lija
precipicio de cañón tallado a río

soy durazno pubescente abandonado
por el sol transformado y por el polvo
marca de agua de gota evaporada
lento caracol que cruza el patio

yo soy el quetzal en jaula de oro
el genio de la lámpara de aceite
enterrado mil años el tesoro
en la roca, escondido, el diamante

Jan 25, 2010

fusión


Despierto. Me siento viva.
Reparo sólo en lo que tengo.

Me invade un sentimiento de
sabiduría absoluta y
plenitud.

No tengo duda de nada.
Es como si amara.
Tal cual.

Siento que podría morir ahora mismo,
pues soy feliz.

Jan 23, 2010

intruso II

Ay, la poesía de amor, ¡qué trillado gesto! Sentirse deshecho por dentro y correr a las letras a llorar. "Lo amo por esto y por aquello... sólo él... es que yo...". ¡Válgame el consejo del escritor! Escribir poesía de amor, ¿para qué? ¿Para repetir mil veces más, después que mil hombres se sintieran igual, tristezas que siempre se sentirán? ¿Sentir que en un verso se sale el corazón y el peso del sentimiento es ahora del papel y no mío ya? Si un verso te sacara de mí, escribiría cien para no quererte jamás. Pero ni con eso puedo extirpar tu maldito sabor de mis horas vacías. ¡Lárgate de una vez!

Poesía de espíritu, esa quiero escribir. Poesía del viaje de la vida, de las cosas que van más allá de ti y de mí. Poesía que explica lo que no se puede decir, poesía ecuánime, poesía sin caducidad. Versos que brillan sin tu latir, palabras que pesan sin tu existencia. Maldita sea, ¡aquí estás otra vez! Déjame ya, quiero componer. Si no me has de amar, déjame en paz. Quiero escribir el vacío que lleno pensando en que podrías existir.

Jan 21, 2010

no cualquiera II


Conocí a un hombre. 33 años. (Poquito) más bajo que yo. No era soltero cuando lo conocí, pero después lo fue. Inteligente. No, corrijo, muy inteligente. Sensible, culto, interesante. Con vida propia. Fuimos amigos algunos años. Pero (me pareció) algo inexpresivo, indiferente, (creo que) buscaba una chica muy hermosa, quería un fling. Me enamoré de él. Pero él no. Y pensé, no es cualquiera, pero no es él.

intruso I


De nuevo viajábamos por horas. 2000 kilómetros de regreso y otros tantos de ida a las profundidades de la cabeza. No pude evitar que hablaras. No pude impedirnos analizarlo. Revelabas poco, como siempre. Tus preguntas, neutrales y ecuánimes. De los días pasados, no supe confortarte, ni siquiera preguntarte si sabías ya lo que encontrarías. Yo ya lo sabía, pero no era mi turno revelártelo. Dejé que pasara todo. Por tu actitud, pensé que estabas tranquilo. Casi estuve segura de que la que ignoraba más era yo. Ahora me decías que había sido un infierno. La sorpresa se había fundido con el desagrado, la decepción, quizá la ira. Noté más que nunca la distancia que ponías entre tú y las cosas. Te escuché con temor, y pobremente elegí mis comentarios. Hubiera preferido no hablar las 10 horas.

De lo nuestro no hablamos casi. No pude decirte que me la había, y seguía, pasándola mal, incluso ahí, hablando contigo de ellos o de cualquier otra cosa. Seguía apoderándose de mí el deseo insatisfecho, seguí resistiéndome a verte perdido. Traté de halagarte, como siempre, pero no sirvió de nada. Me quedé sola, no correspondiste a mi gesto. No buscabas mi preferencia. Ocupado, te debatías entre otras tantas. Yo, el amador, tú, el amado. Sólo te comenté brevemente mi reflexión acerca de aceptarte como eres. Me aseguraste sería imposible, sin esperar a escucharme concluir. No supe si hablabas por rechazo o por miedo. De ella no hablamos nada. Evité a toda costa mencionarla, ni acercarme. Tampoco la mencionaste. Me refugié en la ignorancia de tus sentimientos. Operando en mi contra, dejé viva una pequeña esperanza. Te dejé en casa solo, por fin.

Te invocó mi cabeza horas más tarde. Una escuela de mi infancia, mosaicos en el suelo, personas y una fila qué hacer para entrar a algún sitio. Empecé a leer algo que había recibido tu amigo editor, y me preocupé por no haberle mandado todavía lo mío. El ensayo era muy bueno, me intimidó un poco y pensé que tendría que ponerme a trabajar pronto. Estabas ahí, haciendo algo. Te acercaste de pronto, caminando entre la gente, usabas la cazadora de tu foto. Noté tu cabello negro y libre, como habitualmente. Me abrazaste con confianza y sin torpeza (contrario a lo que temes) y sentí tus labios tibios en los míos. La humedad de tu boca bastó para saciarme, repentina y basta. Fue un beso corto y suave, seguido de un abrazo grande y cálido. Una décima de segundo pensé que no me importaba qué te había hecho besarme. Imaginé que no lo hacías por la razón que yo deseaba que fuera. Me sentí por un instante feliz, e inmediatamente vacía: se había acabado la cacería y la vieja búsqueda. Me invadió el miedo de no saber cómo comportarme. Sentí entonces, como tantas veces he sospechado, que estoy, por pánico y costumbre, acompañada de mi soledad. Y esa es la única compañía honesta. Desperté con sabor de triunfo efímero y derrota eterna.

Jan 12, 2010

a los 18


"Y'ora tú, ¿de dónde sacaste esas piernas?"

Si. Antes era suficiente un par de lindas piernas para seducir a un hombre. Y nada más.

Jan 10, 2010

dudas de infancia


Tengo algunos recuerdos de la niña cuestionadora que fui. Después, esas preguntas y confrontaciones fueron apagadas por la sociedad en general. Cuando se me estimuló a cuestionarme de nuevo era demasiado tarde, había olvidado cómo hacerlo. Pero de pequeña, me preguntaba muchas cosas, aunque pocas expresaba a los adultos.

Recuerdo una tarde en que íbamos en el coche, mi padre, mi madre, mi hermano y yo. Debía yo de haber tenido unos 12 ó 13 años, si no es que menos, pero no más. Había estado dándole vueltas a un asunto en mi cabeza y no lograba encontrar la respuesta. Como estaba a la mano la persona más respetable para consultar inquietudes, me dirigí a mi padre:

-¿Papá, México está en el mundo, verdad?-
-Si- respondió pacientemente.
-Y el mundo sabemos que está en la Vía Láctea, ¿verdad?-
-Si, el mundo está en la Vía Láctea- dijo.
-Y luego la Vía Láctea está en el Universo, ¿verdad?- seguí con mi lógica.
-Exactamente, la Vía Láctea está en el Universo- respondió.
-Pero, ¿dónde está el Universo?- honestamente esperé una respuesta. Se quedó pensativo unos minutos.
-El Universo, bueno, es enorme, es infinito- por fin atinó a responder.
-Si, si, es infinito- insistí, -pero, básicamente no sabemos dónde está el Universo, ¿verdad?-
Creo que aquí guardó silencio. Y yo, con firmeza y seguridad, aseveré:
-Entonces, al fin y al cabo, no sabemos dónde estamos, ¿no es así?-

No recuerdo ya qué me respondió. Sólo recuerdo la sensación de que todo, absolutamente todo, era cuestionable si es que no sabíamos dónde estaba localizado el Universo. Vaya, no sabíamos nada de nada. Ese pensamiento estuvo en mi cabeza por varios días. Con mi padre no volví a tocar el tema. Empezaba a gestarse lo que mi hermano llamaba "anarquía".

Jan 9, 2010

prisión de pulso


Estoy pensando que no hay metáfora más obvia, cuando la escucho desde lejos. Ahí viene la bestia. Siento en todo el cuerpo el viento que trae con su galope. Llega, desenfrenada, inevitable. Se detiene bufando en el centro de la habitación, del estudio. Me mira directo a los ojos, no hay forma de pretender que no está ahí, que no la he visto. Es evidente e ineludible. Roza con los cascos el suelo y se balancea, inquieta. Se acerca y resopla en mi nuca, se revuelca entre mis cabellos. Si pudiera darle forma, sería como el Toro Rojo, el de El Último Unicornio, con los ojos vacíos y terrible pelaje en llamas, consumiéndose, consumiéndome. Haga lo que haga, no puedo librarme. Su presencia me aprisiona. Trato de concentrarme en otras cosas, por supuesto. Me distraigo un poco, pero en el fondo de la garganta sigo con ese mal sabor del deseo insatisfecho, del ansia, del desgarre. Se quedará aquí por días.

Viene desde ya hace más de una década, aunque el tiempo no ha disminuído la intensidad de los espasmos. Me obliga a salir a la calle, a buscar, a arriesgarme, obedeciéndola. A veces me quedaba muy claro que no tenía nada que perder, ni tenía miedo, y salía en plena conciencia de la búsqueda. Me gustaba cazar y dejarme arrastrar por su fuerza. Muchas veces, y aún sin desinhibiciones químicas, emitía espontáneamente las palabras, sin pensar en su significado, lanzando la pregunta al aire. Fueron pocas negativas, pero sí hubo algunas. Muy pocas ocasiones el turno fue mío de responder a las órdenes de las bestias de otros. Para satisfacerla, coseché encuentros. Algunos medianamente agradables, otros desagradables. Los mejores los he olvidado. Ella siempre quiere más. Durante mis tímidos intentos de aplacarla, desaparece por un momento breve, y regresa pronto para reírse en mi cara. Aquí el cerebro no tiene lugar ni papel, sólo el cuerpo. La razón -en efecto- está perdida.

Pero el tiempo tampoco ha pasado en vano. Con indefensa tristeza noto que me he ido oxidando. Me digo que buscar se ha tornado cansado, no puedo tomarme la molestia. Cuando llega, la miro sin parpedear y le digo, "ya estás aquí, has llegado de nuevo". Me mira, resoplando y gimiendo. Es portentosa, tan insaciable como generosa. Bestia maravillosa que busca dueño. Y mientras está aquí, me doy cuenta: me molesta que sea todo tan complicado. ¿No es ampliamente sabido que todo mundo busca lo mismo? ¿Por qué no logro consumirla, por qué se queda aquí, desperdiciada? Claro, claro, hay otros factores que participan: química, momento, lugar. Tal vez suerte. En fin. Pero creo que ante todo, lo que no he encontrado en ellos, es desenfado y decisión. La decisión de olvidarse de todo el resto y simplemente dejarse llevar por un instinto. O seré yo misma, aterrada de consumirla sin control.

Pienso en remediarlo, pero sé de antemano que es inútil. No me sirve teoría alguna. La bestia se sienta encima mío, me asfixia. Empiezo a contemplar posibilidades grotezcas. Ninguna parece aspirar a cristalizarse. Nada qué hacer al respecto. No hay acción ni sentimiento que valga. No hay frustración ni empeño. Sólo esperar a que se vaya. Así es siempre desde que me niego a obedecrla. Ten calma, ya llegará, le digo. Al menos tienes recuerdos de cuando fuiste domesticada. No parecen bastarle mis argumentos. En el peor de los casos, aparece imparable, insaciable, cruel y violenta, porque sabe que la noche puede ser suya. Pero ya desde hace tiempo, como éste, no hay quién la incite... más. Y sin embargo, viene siempre, luego se va. Y siempre regresa. Cuando no está, yo retorno a lo que era sin ella, que tampoco es mucho. Entonces mi cerebro se despeja y puedo ver claramente que la vida es completamente vacía y aburrida sin -al menos- su visita.

Jan 7, 2010

tic tac, tic tac


Y
o no quiero tener hijos. No tengo problema con eso. Lo que me perocupa es la posibilidad de no poder elegir no tenerlos.


Jan 4, 2010

literalmente


Q
ué me importa tu silencio,
si tengo mis palabras.
Qué me importan tus palabras,
si tengo mi silencio.
Qué me importa lo que quisiera,
si tengo lo que escribo.
Qué me importa el vacío,
si tengo el papel para enterrarlo todo.
Qué me importa que no existas,
si tengo letras para darte
voz, corazón y carne,
y eso es -literalmente-
darte vida.

Qué me importa que tu ausencia me aniquile,
si en la hoja pongo tu existencia,
y me dejo el corazón en blanco.