Sep 17, 2013

quizá los hombres quieren sólo un amor arrebatado, anónimo, salvaje, ausente de palabras y construcciones, sexual, animal, combustible y espontáneo.  quizá fantasean con eso.  con el objeto sexual encarnado, la mujer del tubo, muda y sensual, indómita, sin corazón ni cerebro, sólo vagina húmeda, cálida, insaciable.

quizá las mujeres queremos sólo un amor arrebatado, pasional, sensible, involucrado, dominante, complejo, argumentado, apalabrado, construido sobre promesas irrompibles.  quizá fantaseamos con eso.  con ser el objeto sexual amado, procurado por el hombre fuerte, independiente, entregado, fiel, con corazón, cerebro y pene integrados, firmes, decididos, atinados, lúcidos.

¿pero quién de los dos sexos aceptará un amor humano?

Sep 11, 2013

yo, escribiendo, no necesito hablar con casi nadie. sólo, claro, conmigo misma.

compasión

me dejé de recriminar lo que no hacía.  no levantarme temprano, no meditar diario, no practicar la telepatía animal, no intentar contactar con mi ser superior, no hacer los ejercicios del libro, no avanzar en mis lecturas, no estar feliz, no aceptarlo todo, no ser una iluminada perfecta radiante delgada luminosa segura confiada.  dejé de recriminarme todo eso y simplemente me observé en mi día a día.  no estoy lista todavía, pensé, si lo estuviera, lo estaría y todo eso ocurriría sin esfuerzo.  dejé la vida suceder conmigo y con mis debilidades en ella, sin juzgarlas tan duramente y sin tanta prisa por decantar esas anheladas capacidades dentro de mí misma. y después de perder el tiempo hasta la exasperación, actué.


entre vidas

al imaginarme en esa reunión entre vidas me venía una sensación de ligereza, una objetividad más allá de la humana, y una claridad depurada como la de una mente completamente dominada, casi ausente, como la del mago que lanza el conjuro con 100% de éxito. en esa dimensión muy poco importaba, muy, pero muy poco.  los cómos no eran relevantes.  cómo me enteré, cómo había vivido, cómo había muerto, cómo había sido: nada de esto importaba... pero en cambio los qués eran fundamentales: qué descubriste, qué entendiste, qué tuviste al alcance, qué decidiste, qué lograste, qué hiciste, qué muerte, qué estado, ¡qué!, ¡qué!


reconsideración

puedo intentarlo en esta vida, pensé, y si no lo logro, puedo morir y desear bajar de nuevo a volverlo a intentar.  sonreí, me quité cierto peso de encima.  me emocionó la idea de recibir otra oportunidad.  levanté la cara. sería para entonces mucho más madura espiritualmente, más capaz, pensé, y podría avanzar desde el último punto de esta vida, hacia adelante, y, ¡entonces sí!, lo lograría.  ¿cómo sería esa futura vida en que lo lograría?, ¿quién sería yo?, ¿hombre, mujer, sabio, monje..?

y de pronto me atacó un pensamiento fulminante: ¿y si la vida que estoy viviendo ahorita ya es mi segunda oportunidad?

La playa

Estando en la playa me invadía cierta melancolía por tiempos que nunca he vivido.  Me gustaba el calor del aire, esa pesadez cálida y húmeda que lo envolvía todo, y ese olor a sal que parecía nutrir todas las hambres a través de los pulmones.  Me gustaba el sol de la playa, cercano, radiante, muy amarillo y caprichoso.  Verlo esconderse tras las nubes, señor de todo, irradiando bellos colores, o verlo acaparar todo el cielo con sus rayos infinitos y absolutos quemando las rocas, las arenas y las plantas.  Me invadía cierta melancolía al venirse la tarde y su cigarras, esa estridencia de sonidos animales entre insectos, anfibios, aves y la brisa misma viva entre las hojas.  El despedirse de la vida para descansar por la noche y miles de pequeñas criaturas que entonces inician su día.  Escamas húmedas reptantes pegajosas brillantes.  Escamas nadadoras autómatas sumidas en un océano infinito de oscuridad y sonidos de burbujas que no se sabe de dónde vienen y escapan a la superficie con bailes sensuales de la química y la física.  Pero en cambio el Océano me imponía mucho temor y al sumergirme no podía más que imaginar que una terrible bestia enorme feroz de las profundidades se acercaría en un santiamén para engullirme.  Se había ido el sentimiento desafiante de esos años de buceo, y había llegado una humildad y un respeto, que no sabían cómo expresarse más que en el miedo tímido del que no quiere perturbar lo grandioso, porque no lo comprende...todavía.