Dec 1, 2016

"Hay mucho dolor en la vida y quizás el único dolor que se puede evitar es el que proviene de intentar evitar el dolor." - R. D. Laig.

La vida, llena de ironías y recovecos, constantemente nos pone a prueba y nos muestra aquello de nosotros mismos que necesita ser mirado, respirado, cuidado, considerado. No hay nada personal, la vida simplemente ocurre.

Nos aferramos con fuerza a lo que creemos que le da valor, creemos saber cómo debería ser todo para que todo estuviera "bien". Algunos tenemos la suerte de encontrar las circunstancias idóneas para detenernos un momento y mirar qué es lo que en verdad nos está moviendo. De qué manera aportamos a la destructividad y al sufrimiento, y cómo, en el fondo, estamos convencidos de que tenemos razón...

Es un viaje muy duro, asumir la responsabilidad de que todo lo que se nos presenta, lo hemos creado nosotros mismos. ¡No queremos asumirlo! Nos escapamos con banderas de intelectualidad, eficiencia, espiritualidad, omnipotencia. ¿Pero, qué pasaría si lo asumiéramos? Resulta que el sendero sigue, no se acaba todo en la culpa, la vergüenza, la rabia, el odio. Uno puede seguir caminando y respirando. Con sorpresa, uno descubre que sigue acompañado por aquellos que ya han recorrido el camino y lo aceptan todo.

Y de pronto ante nosotros se despliega todo un nuevo mundo de consciencia. Podemos comprender. Hay un poder que surge de otra fuente. Surge de la vulnerabilidad, de la suavidad, de la paciencia, del silencio, de la compasión, de la alegría. Del amor. Podemos ser ignorados, aplastados, aniquilados, y ahí estará siempre el dolor. Permitirlo es permitir el poder de sentir, y estar con lo que ocurre. El poder de lo Real. De permitir que la vida nos atraviese y sentir la presencia de ese algo que todo lo observa. Un núcleo indestructible, luminoso, noble y de lo más valiente. Lo sutil, lo esencial, lo divino.

El camino sigue y sigue. Ya nos resulta natural recorrerlo. Tenemos herramientas, tenemos experiencia. Tenemos el corazón abierto y la mente clara. Caminan con nosotros muchos otros hermanos y hermanas, y nos tenemos a nosotros mismos. Tenemos a Dios, aquí cerquita, en el interior. Hay todo por confiar, todo por dar-recibir, todo por permitir. Hay un sí profundo y un gran amor por la Humanidad. Hay un sí a la vida tal como es.