Dec 20, 2012

la traición

El libro de Lise Bourbeau bien describe la herida de traición.  La herida de traición está inflingida por el progenitor del sexo opuesto y se crea debido a un complejo de Edipo no resuelto.  La atracción entre el progenitor del sexo opuesto y el niño es tan grande, que el niño busca inconcientemente seducir al progenitor del sexo opuesto, y cuando esto no sucede, el niño se siente traicionado.  La máscara que corresponde a una importante herida de traición es la del controlador.  El controlador buscará a toda costa controlar todas las variables a su alrededor para evitar ser traicionado, y si por casualidad se encuentra con situaciones en dónde se siente traicionado, puede enfurecerse con facilidad.

Mi herida de traición es importante y así lo demuestra mi cuerpo, pues mis caderas son prominentes y  mi trasero también.  Sin embargo, recientemente, he podido apreciar que mi herida de traición se ve acrecentada por la de mi mamá, que tiene una herida de traición aparentemente importante.  Estos meses me he dado cuenta de que sus suposiciones sobre los motivos por los que los demás hacen o deshacen las cosas son generalmente en torno a engañarla, abusar de ella, mentirle, sacar provecho, etc. Así, declara con toda seguridad que tal o cual persona está mintiendo, o dice lo que dice con el objetivo de engañarla, o engañarme.

Sus palabras resuenan en mí de una forma desagradable.  Yo quiero confiar, yo confío, pero ella me llama a desconfiar, a dudar, y, callada, termino concluyendo que no tengo buen sentido de apreciación (mi propia inseguridad toma su lugar aquí y me cuesta mucho desvanecerla).  Si me descuido, yo misma quiero controlarlo todo, controlarla hasta a ella y a su herida de traición.  Me provoca decirle "ya no pienses así, piensa de esta otra forma"... e inmediatamente me doy cuenta: si yo quiero que ella piense de determinada forma, esto también es control.

Lo siguiente que hace es culparse por todo lo que sale mal (también un rasgo del controlador).  No debió decir esto o aquello no hubiera pasado, no debió hacer aquello y así esto no hubiera sucedido.  Me dan ganas de salir corriendo y gritando por la calle, ¡no todo es tu culpa, no todo es tu culpa!!!!!  Realmente resuena en un lugar incómodo dentro de mí. Mi propio trabajo con la culpa es profundo y constante. Me cuesta mucho trabajo superar las situaciones dónde la persona siente que tiene toda la culpa (se condena sin segunda oportunidad) o aquellas cuando la persona no se hace responsable de nada (en ese caso resuena en mí la traición del que no responde por sus actos).


Todavía no sé cómo trascender esto.  Pero lo voy observando más de cerca, cada vez más de cerca, hasta que pueda verlo claramente, y resolverlo.

la caída de los modelos

Otra cosa interesante que me ha sucedido recientemente es la absoluta caída de los clichés y modelos a los que tanto tiempo apelé como símbolos de la felicidad perseguida.  Eso de cenar en la playa con velas y con música romántica me parece igual que sentarse en una banca a charlar sin vista alguna.  Eso de recibir un anillo como símbolo de unión de vida a otra persona me parece igual que acordarlo de cualquier otra forma que no necesariamente tiene que ser sorpresa, romántica o en algún lugar caracterizado por su encanto para ello.  Eso de realizar un proyecto con "éxito" me parece igual que realizar cualquier otro, aunque no necesariamente se produzca un bienestar muy grande para muchas personas, o mucha abundancia o ganancias para los participantes.

Y esa caída de los modelos simbólicos me ha permitido disfrutarlo todo, aceptarlo todo, abrazarlo todo, sin compararlo con nada para catalogarlo en una escala de valores.  Sentirme completa en todo instante, sin playa, sin anillo, sin proyecto.  Sentirme completa con vida o sin ella.

experimentar confianza

Es muy curioso.  Desde que tomé esta terapia entre espiritual y emocional en marzo o abril, me he sentido en general bien, no tan abrumada por la vida.  No fue un cambio inmediato, es algo que ha ido sucediendo gradualmente, al menos en este tiempo de días, semanas y meses. Aunque he tenido mis momentos de angustia, han sido manejables, una parte de mí que no conocía parece conservar la calma y no pasa a mayores la situación.  Algunos momentos después me doy cuenta de que todo ha retornado a la normalidad y aquella otra parte de mí no se siente mal más.  ¿Qué ha sucedido realmente?  No lo comprendí hasta hace algunos días, mientras leía el manual que me instruye a ser terapeuta del mismo tipo de terapia que recibí.

En el manual, la autora especifica que, durante una sesión de terapia, el terapeuta puede insertar sentimientos en la persona que recibe la terapia que ésta no haya experimentado nunca, y con ello, darle la oportunidad para sentir estos sentimientos conocidos pero no experimentados.  Así que algunos sentimientos que me fueron insertados durante los cursos y terapias que tomé bajo los principios de este método sonaban conocidos para mí, pero ignoraba si los había experimentado alguna vez o no.  Así, "sé lo que es y lo que se siente estar siempre conectado con el Creador", u otro, "sé lo que es y lo que se siente saber que puedo confiar en el Creador", y aún otro, "sé lo que es y lo que se siente confiar en mí misma", "sé lo que es y lo que se siente amarme a mí misma", "sé lo que es y lo que se siente saber que nunca me falta nada y siempre estoy con el Creador", y así otros tantos, me fueron insertados.

Y hasta que leía el manual me di cuenta de que eso justamente es lo que había pasado y estaba pasando.  Me siento mucho mejor, alegre, ligera, confiada, acepante de mi vida ecléctica como es y sin plan para la siguiente temporada, y es eso justamente, todos esos sentimientos que yo conocía pero nunca había experimentado. No sabía cómo describir la sensación, sólo atinaba a expresar "me siento bien", pero no es "bien", sino es una especie de silencio-calma-contentamiento que me llena desde el fondo, y casi no se puede explicar.  Quizá el sentimiento más sobresaliente de todos es éste: no importa lo que pase, tengo una confianza arrasadora de que todo estará bien, una especie de seguridad álmica, profunda y contundente, que se va por ratos cada vez más breves, y regresa como olas que van creciendo, hasta que revientan en la orilla y lo mojan todo, todo, todo. 

pasajero

Me sucede a veces que estoy en un lugar cualquiera, sola o acompañada, y de pronto me viene una nostalgia sutil, que siento hasta el fondo del cerebro, atrás, por un hombre que nunca conocí, no sé si soy yo en otro tiempo, o quién es, y lo veo con una piel blanca y un traje oscuro, una bufanda o corbata gris y un semblante preocupado, con poco pelo de un color castano claro, y va con prisa y angustia hacia algún lado.  Es por centésimas de segundo que puedo percibirlo, aunque no lo veo, y puedo sentir su angustia y su prisa y su incomodidad y su sensación de no pertenencia.  Y al segundo siguiente se ha ido todo y estoy de nuevo en el mundo del polvo y el ruido, el tráfico y la calle.

Sep 16, 2012

larga crónica de amanecer



25 de octubre de 2012.
Vuelo DF-Madrid por boda de JM.

Hace semanas quiero escribir.  A veces me llegan sensaciones o pensamientos que me parecen esenciales y únicos, y me imagino escribiéndolos en ese mismo instante.  Otra cosa estaré haciendo y no puedo escribir en ese momento.  O entro a la computadora con esa intención y finalmente me dejo llevar por la inercia de visitar los sitios ociosos que absorben horas en la nada.

Pero ahora no puede ser así. No hay Internet en el avión y tengo esta pequeña computadora que al menos me permite vaciar todo lo que he traído adentro por días, meses.  Qué curioso.  Siempre ando buscando el sentido de las situaciones y ahora pienso que quizá sea éste el único sentido de este viaje. Aunque todavía no sé qué me espera durante su desarrollo.

Siento esta necesidad de hacer una reseña de mi vida entera y luego guardarla en un baúl viejo dónde se ponen cosas que no es necesario ver antes de 50 años. Ya me parece que está lejos. Por algún motivo sigo sintiendo la necesidad de decir: esto ha pasado, ha sido así; como si quisiera dejar bien claro cuánto han cambiado las cosas y cuán diferente de antes me siento.  No puedo acentuar con suficiente fuerza lo diferente que es la vida para mí.  Ni siquiera siento que la situación actual sea continuación de la situación anterior. Me parecen dos situaciones por completo independientes.

Cuando miro a los años que pasé en Morelia, me parece que vivía en un estado de hipnotismo profundo, como supongo que se sienten los zombis.  Aunque en ese momento me parecía estar bien consciente de mi vida, ahora la miro y pienso que no estaba consciente de absolutamente nada.  Definitivamente un parte aguas de ese período fue la experiencia de F.  Ahora entiendo por qué fue todo eso tan doloroso, por qué la depresión y los meses de llorar, por qué la caída al vacío y hasta con un gusto cínico por la melancolía. Con esa experiencia podía declarar al fin que no había sentido en nada.  Llegué a concluir con toda certeza que no había ser, energía o ente creador.  No había nada de nada. Ni esperanza. Qué equivocada estaba.

Fue necesario ese cataclismo para dar paso a lo que luego seguiría.  Cuando sucedió lo de F yo quedé atónita ante los eventos con una mujer que llamaré L. Sin embargo, no pude despertar inmediatamente de lo que entonces era mi realidad.  Me dije, los comunicadores animales existen, pero, ¿cómo lo hacen o qué significa que existen?, no lo sé, y el significado, pues bueh, supongo que significa que hay gente que hace cosas increíbles con la mente.  Punto.  No pude avanzar más en mi curiosidad.  La tristeza de la pérdida de F y la caída de todo el sistema que con tanto empecinamiento había sostenido me sobrepasaban. Me dediqué a terminar la tesis del doctorado, bloqueando –de nuevo deliberadamente- la posibilidad de abrir una puerta a un mundo desconocido y totalmente diferente.  Me recibí en 2008.  Habían pasado 10 años desde que me había enajenado con el trabajo.  Creo que no antes del día siguiente, empezó la desintegración de esa persona.

La inercia duró otros 3 años y pico. Me propuse seguir con el posdoctorado con un proyecto de un libro de xate, escribí algunas cosas sobre sistemas silvopastoriles, colaboré con un amigo para enviar un proyecto de restauración que no fue aprobado.  Todos estos trabajos no fructificaron.  Aún tenía la mente puesta en Chiapas, como algo que ha quedado pendiente de hacer y es necesario terminar, aunque carecía de sentido entonces y también ahora. Inició el trabajo con Pronatura y –como lo marcaba mi costumbre- me enajené con actividades científicas y laborales.  No disfruté ese trabajo.  Pero tampoco fui capaz de ver eso y expresarlo al término del tiempo de prueba, 3 meses. De nuevo me tomé todo personal y seguí con ello, la vieja costumbre del deber ante todo.  Pero este trabajo era mucho más incómodo que el del doctorado. Al menos en el doctorado todo el mundo me decía lo bien que lo hacía.  Sí.  A veces pienso que en verdad mi educación escolarizada apuntaba firmemente a algún puesto académico relevante. Tenía todo lo que se necesitaba, sobre todo la actitud, el ego.  Pero en este caso no eran actividades académicas ni lo hacía yo también como antes. En realidad, luchaba por terminar cada día.  Trabajaba con hombres indígenas, y no tenía que ser un genio para darme cuenta lo poco que yo ahí encajaba, y lo poco que encajaban todas mis creencias con ello.

Por otro lado, volví a los escenarios de destrucción de la naturaleza.  Seguí pasándola muy mal por eso.  Bosques talados, plantas tiradas que tardan en florecer 18 años.  Hombres que comercializan con ellas.  No vale la pena ahondar, el caso es que era muy desagradable.  Me costaba mucho trabajo enfrentar todo eso, porque en ese tiempo todavía me involucraba por completo en las situaciones, como si el mundo que vivimos fuera real, y valiera la pena tomar un papel de la lista y actuarlo en la obra que todos actuamos. Yo también creía que debía participar. Y, al igual que pensaba que mi papel era fundamental, me afectaban los papeles que desempeñaban los otros.  Mi ego estaba bien apeado de mi cuerpo. Toda yo me lo creía todo.
 
Ahora me viene un cansancio de imaginarme todo lo que siguió.  Me detengo y me quedo abrumada por aquellas situaciones.  Tal vez este ejercicio de dejarlas aquí descansar en el papel me sirva para no recordarlas con tanta pesadez.  Tal vez puedo recordarlas en el futuro, como un extraño programa de tele que vi y que era muy azotado, pero que no tuvo mayor trascendencia y que acepto como parte de la realidad.

Lo curioso es que todo fue sucediendo gradualmente, muy gradualmente.  Ahora me parece que esto-que-ahora-es, sucedió de sopetón, pero no fue así.  Si lo queremos ver así, esto-que-ahora-es viene sucediendo desde el día que nací (sólo parece ser así, pero quizá desde antes). Tenía que ser hasta ahora que yo podría darme cuenta de todo esto.  No pudo ser antes.  Me traiciono pensando que me pude ahorrar todo eso, pero al mismo tiempo pienso que, si me lo hubiera ahorrado, tampoco eso sería garantía de haberme dado cuenta de lo que sucedía. Es decir, el estado mental actual parece sólo ser posible dados todos los estados mentales anteriores.  Pareciera imposible hacerlo surgir de otras casualidades, quizá, menos traumáticas. Nada es casualidad, y al mismo tiempo nada no está escrito. Apoyar y refutar esta hipótesis es lo que ahora me hace pensar un poco.  Pero ese es tema muy reciente. Más tarde hablaré de eso.

Regresando a las reflexiones anteriores, fue hasta que terminó el trabajo de Pronatura que pude plantearme las preguntas que había evitado plantearme antes.  ¿Qué es importante, qué no?, ¿qué hacer en la vida, con qué sentido?, ¿qué vale la pena perseguir…o, hay algo que valga la pena perseguir?, ¿para qué, para quién?  La respuesta a todas estas preguntas quedó desierta poco a poco.  No me había atrevido a dejarlas sin responder, como amerita, pero gradualmente me fui atreviendo.  Y todo gracias a – o como producto de- encuentros providenciales que tuve.

5 de noviembre de 2012.
Regreso de Madrid a Mex.

Desde que era niña, me preguntaba dónde estaba el Universo, o qué era todo esto – la vida – que sucedía ante nosotros.  De alguna forma me acompañaba siempre una duda profunda sobre la realidad.  ¿Por qué la consciencia?, ¿por qué la religión?, ¿por qué la cultura?, ¿por qué yo?  La verdad es que nada quedaba aclarado.  Tenía qué seguir con mis pequeñas obligaciones pasara lo que pasara. Viví el tumulto emocional usual de los seres humanos.  Mi infancia fue sombría, pero no tétrica.  Mi adolescencia fue voraz hasta conmigo misma.  Mis veintes fueron intensos, ora creativos, ora destructivos. Todo ese tiempo viví el dualismo absoluto.  Yo – un sujeto real – estaba aquí.  Dios – o como queráis llamarle – estaba quién sabe dónde.  Aprendí a ver el mundo a través del método científico. Pasé muchos años así, con una rigidez considerable.

Cuando terminé el doctorado regresé al DF.  Pocos meses antes había re contactado con M, mi amiga de la prepa. Ella había vivido su propia aventura y tenía 2 hijas grandes, una casa y un divorcio.  M ya estaba buscando experiencias que le permitieran aumentar sus niveles de consciencia. Yo seguía con mi rigidez pero no estaba cerrada a probarlas.  M me habló de unos talleres vivenciales.  Ella había asistido al Juego del Samurái, dónde los participantes descubren qué estrategias usan para salir adelante en la vida. Dentro de sus vivencias, había concluido que nada era grave en realidad, ni siquiera la muerte.  Éste era un pensamiento nuevo que no había pasado por mi cabeza nunca.  La muerte era realmente lo peor que yo podía concebir en cualquier situación.  La escuché atentamente mientras veía desintegrarse el velo sagrado del concepto del fin irreversible.

M también me comentó sobre el taller de sexualidad.  Asistí. Fue una experiencia maravillosa.  Después de años de ropa de hombre y método científico, reconecté con mi feminidad. Fue como darme cuenta que era una mujer, que puede ser sensual, que puede resultar atractiva, que puede amar su cuerpo, que puede aceptarse a sí misma, qué puede dar vida de muchas formas. Qué baja era mi autoestima.  Vivía todavía un profundo dualismo y, en él, estaba peleada con mi propio cuerpo humano.  Esta reconciliación fue muy importante para lo que siguió.

M también me habló sobre el match. Ella había conocido a algunos hombres ahí.  Yo llevaba sufriendo intensamente por no tener pareja desde 6 años atrás, y caer continuamente en espejismos decepcionantes.  Después del taller de sexualidad, me sentía entusiasmada con interactuar con alguien, con más confianza en mí misma, no necesariamente con el sexo como objetivo.  Abrí un perfil en match e inicié la búsqueda.  La verdad es que no había nada muy interesante. Me mandaban muchos guiños pero no eran del tipo de hombres que estaba buscando. M me volvió a orientar. No, no, me dijo, tienes que hacer tú la búsqueda y poniendo las características del hombre que quieres.  Así lo hice entonces.  El sistema generó 4candidatos.  Uno de ellos fue R.  Y todavía es.

El encuentro con R fue sanador en numerosas dimensiones.  Desde luego fue muy gratificante volver a relacionarme con un hombre de forma romántica. Él resultó un exótico caballero lleno de sorpresas interesantes.  Curiosamente, la primera mañana que amanecí en su casa, encontré entre sus libros “El amor y la soledad”, de Jiddu Krishnamurti.  Fue una lectura tan densa como necesaria.  Yo había tratado de leerlo antes, sin éxito.  Ese día empecé a leerlo sin problema, para terminarlo un año después.  Así son las lecturas que te cambian la forma de ver la vida.

Para desarrollar mi relación con R, debía deshacerme de todas las concepciones anteriores que tuve de las relaciones, la pareja, y los hombres en general.  El resto de su biblioteca era igual de interesante.  Las lecturas que él me fue presentando, junto con la puesta en marcha de los nuevos conocimientos que la relación exigía, rindieron muchos frutos.  Estuve locamente enamorada de él, en el sentido más dualista de la palabra. Tuve largas temporadas de colocarme en una posición desventajosa ante él, percibir necesitarlo, extrañarlo, y esas emociones propias del apego y las relaciones tradicionales.  Sin que yo concibiera que eso pudiera desaparecer, desapareció.  Ahora estoy en un punto que jamás imaginé.  Sin dependencia, sin apego, sin afán de control. Vivimos una relación que me atrevo a llamar libre.  Y la disfruto mucho.  No sé si el resto de mis relaciones sean así.  Por ahora eso no tiene importancia. Con esas reconstrucciones se fueron mis ansiedades por la soltería o la vida en común.  Me costó soltarme de todas las estructuras, pero fue posible. Todavía me quedan algunos impulsos de posesión, pero los trabajo día a día.  A veces, sólo con hacerlos conscientes, desaparecen.

Poco después de conocer a R fui a dar a SCLC.  También –y no- me arrepiento de eso. Primero viví en casa de una señora alemana, en un pequeño búngalo dentro de su propiedad.  De ella no diré más que esto: tenía el libro de Jac O’Keefe.  Consideraba que esa era la lectura espiritual más radical que hubiera leído.  Me llamó la atención esta categorización y lo compré. La lectura ha sido reveladora como pocas: dos años y pico después no logro terminarla.  Aunque no fue Jac la primera que dijo lo que en su libro aparece, era aún más shockeante leerlo de una mujer blanca de habla inglesa.  Sus videos en Internet eran como ventanas a nuevas dimensiones.  El nivel de consciencia del que ella hablaba– y en el que se encontraba sumergida – era algo desconocido para mí. Como navaja afilada, echaba abajo todos, absolutamente todos, los conceptos de los que se pudiera agarrar una persona, por decir lo menos.  Ahí fue dónde me topé con una verdad fundamental: tú crees ser una serie de pensamientos que tomas como verdad.  Nada más. Simples pensamientos.  Tú no eres eso.  ¿Qué/quién eres?  Por fin estábamos llegando a retos interesantes.  Naturales, no fabricados por personas.  Intuitivos, no racionales.  Aún sigo trabajando en esa pregunta.

Mientras tanto, se revelaba que el encuentro con R ocultaría retos más difíciles que los de trascender todas las concepciones sobre relaciones y parejas.  En cuanto me enteré de lo que sucedía me sumí en otro abismo de tristeza que no me soltaría por 2 años.  Fue interesante ver cómo me iba sumergiendo en las fases de los eventos catalogados como shocks.  A él no podía decirle mucho, aunque sí empecé a culparlo y resentirme.  Me atacaron todo tipo de dudas. ¿Qué haría si terminaba mi relación con él?, ¿cómo le diría a mi siguiente pareja lo que sucedía conmigo?, ¿eso me privaría de tener otra pareja el resto de mis días?  De nuevo enfrentaba la vida desde una perspectiva completamente dualista.  Y con mucho miedo.

Pero algo curioso sucedía bajo todo el tumulto del fenómeno.  Quería sentirme bien.  De verdad quería sentirme bien pasara lo que pasara.  ¿Sería posible?, ¿podría trascender algo como eso?  Con estricta confidencialidad le comenté a M lo que sucedía.  ¡Yo conozco a alguien que puede remediarlo!, me dijo. Es más, esta persona puede remediar cualquier cosa, de la índole que sea, que suceda contigo.  Me quedé altamente intrigada.  Sería necesario tener una entrevista con esta persona.  La llamaré P.  Fue ahí cuando me encontré con la técnica.  Ignoraba por completo el abanico de revelaciones que se vendrían sucediendo a marchas aceleradas en 1año.

Poco tiempo atrás yo me había topado con el libro de las 5 heridas.   Definitivamente, esta lectura hizo una diferencia monstruosa en mi psique.  Me vi reflejada en las heridas – o huellas, como las llama R – que me caracterizan.  ¡Ahí estaba yo, retratada a todo detalle!  ¿Cómo podía pensar que mi identidad fuera real, si aparecía retratada en un libro que había escrito una mujer en Canadá, años atrás, que jamás me había conocido?  ¿Por qué ella podía saber qué sucedía conmigo, de niña y de adulta, si ni yo misma lo sabía?  Y yo que me sentía tan única, tan diferente del resto, tan excepcional.  Resultaba que lo que yo llamaba “yo” era un simple efecto de ciertas causas.  Lo auténtico, lo “yo misma”, no era prácticamente nada.  Todas mis acciones eran, en realidad, reacciones.  Las decisiones que yo pensaba tan espontáneas y genuinas no eran más que el resultado esperado de lo vivido en la infancia. Lo único auténtico, quizá, era esa tímida neurona que se preguntaba cómo funcionan todas las otras.  Las conclusiones eran coincidentes con el libro de Jac, aunque ésta última hablaba desde la perspectiva espiritual.

Cuando llegué a la entrevista con P, me sorprendí de muchas formas.  Fue la primera vez que experimenté la kinesiología, es decir, cómo el subconsciente puede responder a través del cuerpo cosas que no están en el consciente. Además, ella hizo otras cosas que causaron un efecto muy importante en mí.  En su presencia, mi mente se aquietó y me sentí bajo el efecto de una meditación profunda.  Mi experiencia en meditación era poca, aunque iba lentamente aprendiendo sobre su importancia. Yo llevaba algunas solicitudes para P.  Gracias al libro de las 5heridas, había caído en la cuenta de lo importante que era perdonar a mis padres y a mí misma sobre los errores del pasado.  Era necesario aceptarlos tal cual eran, con defectos y virtudes, para seguir adelante. Y también era necesario perdonarlos para poder amarlos con autenticidad.  Así que eso le pedí a P.  Ella invocó la técnica en silencio y después me dijo algunas palabras que resonaron fuertemente en mi corazón.  ¿Me permites mostrarte lo que es amarte a ti misma bajo la concepción de Dios de lo que es el amor a uno mismo?  Respondí que sí a todas las preguntas.  Al final de la sesión, mi cuerpo respondía afirmativamente lo que al inicio había negado. Algo había cambiado, y P lo había hecho. O al menos yo creía eso en ese momento.

Sobre mi asunto con R, P me indicó hablar con el asunto directamente.  Me pareció una declaración algo esotérica y no comprendí bien de qué hablaba.  Pero me sonó algo lógica y no pregunté más.  Todavía no sabía cómo hacerlo.  Tenía que pasar un año de aprendizajes para comprender a qué se refería.  Habla con él, me dijo, habla con él y ve por qué está sucediendo esto.  Sin embargo, a mí todavía me faltaba pasar por un proceso emocional, en el que pude aceptar lo que sucedía y perdonar a R con todo el corazón.  Necesité también otras sesiones de la técnica, aunque en este caso fue con otra chica, no P, sino otra que llamaré A.  Salí de la entrevista con P como renovada, aunque fue a los pocos días que realmente noté cómo un peso enorme se había ido de mi cuerpo, mente y corazón.  Y a mis padres empecé a amarlos sin ningún obstáculo, tal cual son.  Hubo una especie de efecto dominó y pude aceptar a las personas tal cual eran.  Se antojaba pensar que a todos.  Al menos la sensación era esa.  Aún ignoraba yo cómo P había logrado eso.

Después vino el fin del trabajo en Pronatura.  Empecé a meditar fuertemente y tomé el libro de comunicación animal de la mentora de L. Por fin pude leerlo a fondo, y, lo que jamás pensé que fuera posible, empecé a practicar yo misma.  En abril tuve mi primer resultado con Cas.  Pude comunicarme con ella.  Fue muy claro pues me mostró que me escuchaba en el mundo físico. Fue tan impresionante que quedé pasmada. Traté de comunicarme con otros animales, pero no tuve mucho éxito.  Seguí practicando todo lo que pude.  Conseguí más libros y empecé a leerlos.  Parecía que todos hablaban de lo mismo, de una u otra forma.  Curaciones, telepatía, energía, intuición, meditación, mantras, chakras, ángeles, duendes, hadas, espíritus, todo un nuevo mundo se estaba develando ante mí.  Aquél que bloquee cuando censuré mi parte intuitiva en la adolescencia.  Aquél que bloquee cuando sucedió lo de F.  Empecé a seguir un programa de tele que muestra a personas que tienen experiencias después de la muerte, y viven para contarlo. Poco tiempo después, tomé el primer curso de la técnica, para aprenderla.

No tuve resultados demasiado interesantes en ese curso, de hecho casi no percibí nada.  Mi cerebro aun funcionaba con las fibras duras de la razón.  Todo lo pensaba, todo lo analizaba, todo lo cuestionaba.  Así que durante el curso sentí inseguridad más que otra cosa.  Pensaba que algo estaría mal conmigo y que a mí me sería muy trabajoso lograr lo que A lograba.  Pero no dejé de practicar y, aprendida la técnica, practiqué la meditación que le correspondía todo lo que podía.  Trataba de quitarme la idea de llegar a algún lado u objetivo.  Trataba de tomarlo como venía, con o sin resultados. Entendí cómo P había logrado cambiar mis creencias acerca de mis padres y de mí misma.  Ante mí se presentaba la posibilidad de eliminar todas las creencias negativas o falsas que hubiera adquirido en esta vida – o en cualquier otra.

Mientras tanto, como SCLC estaba lejos de la familia y R, busqué mudarme a otro pueblillo más cercano al centro del país.  Visité varios lugares y vi casas.  Sin embargo no encontré ninguna que me pareciera suficientemente buena, pues la que tenía en SCLC es estupenda.  Así que seguí buscando, hasta que encontré una suficientemente buena y decidí mudarme a ella. Sin embargo, con cierto misterio, el trato de renta se esfumó el mismo día que iniciaba el contrato.  Tomé todo con calma, para mi sorpresa.  Regresé a SCLC con una nueva sintonía, una especie de sensación de que todo estaría bien pasara lo que pasara, con mudanza o sin ella.  Vi todo con nuevos ojos.  Me costaba relacionarme con las personas y hablar con ellas.  Algo muy fuerte me llamaba por dentro.  Sentía un impulso muy fuerte de meditar y estar en silencio.  Aún lo siento. Todas las ansiedades con Desaparecieron.  Las meditaciones se volvieron fundamentales para comprender por qué estaba R en mi vida y lo que ello conllevaba.  Conforme más practicaba las meditaciones, más cosas se revelaban sobre los andares de mi alma, y yo me iba explicando todas aquellas situaciones de niña que no había terminado de comprender cabalmente.

La Desaparición del Universo fue un eslabón fundamental en la cadena que llegó a poner todo en su lugar con una solidez escalofriante.  Alrededor de los días en que nacía D, yo lo leía a profundidad y trabajaba en unos jardines industriales que se me encargaron. Mi ligereza era notoria, hasta para mí misma.  Aunque cuando D nació, tuve una especie de depresión postparto indirecta.  Sentí un agujero en el estómago por una semana, y tuve algunas pesadillas en las que despertaba aliviándome de que no fuera mi hijo. Esto me reveló que la maternidad podía permanecer latente en mis planes, no había necesidad de apurarla, podía dejar descansar un rato el dilema detener hijos.  Fue el libro que despejó la duda por completo.  O debo decir que fue J, que habla a través del libro.

Todo ese tiempo que estuve en DF, pude continuar con las prácticas de la técnica cada jueves.  Mientras tanto, encasa, seguí practicando sola e intentando comunicarme con animales mediante telepatía.  Vi a R varios días, tanto en su casa como en la mía.  Fue muy grato convivir con él, aunque el trabajo de los jardines me tenía bastante ocupada.  Seguí viendo casas en los pueblillos elegidos, pero no encontré nada. Regresé a SCLC y participé de algunas prácticas de la técnica por Internet.  Entonces tomó sentido el no haber encontrado la casa fuera de SCLC, y seguir ahí.  Las mañanas se presentaron soleadas y silenciosas, perfectas para meditar, leer, reflexionar.  Miré la naturaleza con toda consciencia de su neutralidad, aun con el cambio de uso de suelo.  En cuanto a los entes vivientes móviles, no tuve más emociones extremas por ellos, sólo compasión y respeto.

A pesar de haberlo cocinado por un tiempo considerable, apenas ahora experimentaba lo que era aceptar la realidad tal cual es, incluidos los eventos relacionados con mi vida, incluida yo. Todo iba tomando su lugar, pero a un nivel totalmente diferente de cuando las cosas tomaron su lugar en el pasado. Esos habían sido momentos de control y paz aparente, pero nada qué ver con la verdadera paz que ahora sentía. Una especie de saciedad y felicidad permanentes que están conmigo a la fecha.  Un deseo de nada, pero sin tristeza.  Una aceptación de todo, con gusto.

Entonces vino la oportunidad de tomar el segundo nivel del curso de la técnica.  Fue un curso muy corto al que asistí con dudas de si valdría la pena. Fue costoso y tuve que viajar de ida y vuelta varios fines de semana.  Sin embargo no me sentía cansada.  Me iba a dormir y dormía 8 horas seguidas con buen descanso.  Me levantaba temprano y sentía una energía interesante, como si el vivir el momento presente me diera energía en el momento presente, y no se me terminara nunca la frescura. Si acaso caía en un mal viaje o mala vibra, era por la costumbre de tantos años, y lo notaba.  Como si una parte muriente de mí diera sus últimas patadas de queja al mundo. No eran inconformidades auténticas, sólo patadas de ahogado delego.  Pero esas también las dejé ser, sin juzgarlas.

El segundo curso fue muy interesante e intensivo.  Pudimos experimentar cada plano y nos comunicamos con seres de cada uno. Trabajamos entre compañeros y cuando llegó el momento de comunicarme con J, lo solicité emocionada.  Lo que leíste es verdad, fue lo primero que dijo. Después usó símbolos que no comprendimos muy bien, pero ya sabremos qué significan.  Dijo que trabajaba conmigo, que iba muy bien, que siguiera.  Le agradecí tanto, le dije que lo amaba tanto. Y él nos devolvió la gratitud y amor multiplicados por un millón.  Quedé totalmente extasiada.  No habían palabras para expresar la sensación de gozo y plenitud que había en nuestros corazones.  Aun ahora quedan cortas ante lo que experimentamos.  Parecía la explosión de mil supernovas ante nuestros ojos.  Un océano de luz que impasible esperaba a nuestras almas y a la desaparición del universo.

Entonces todo se tornó más claro de lo que ya de por sí se había tornado desde enero.  Si el universo es el ojo de madera de la mesa del departamento de mi amiga, y el departamento de mi amiga, el edificio, la ciudad, el mundo, el universo repetido, es Él, estamos tan cerca aquí en la Tierra unos de otros, que todo es posible.  Lo único que nos hace creer que estamos separados es el ego y el cuerpo.  El ego parece grande, pero es muy pequeño.  Comunicarnos con animales, con seres de otros planos, hasta con esa criaturita que parece tan pequeña que me indicó P, y con el mismo J, no es un asunto de magia o de imposibilidades superadas. Es quizá un asunto de consciencia, si es que puede definirse como “asunto”.  Sintonía suena mejor.  O hasta estado del Ser.  Aun no lo puedo expresar muy bien.

Sigo practicando.  He logrado comunicarme con otros animales y he comprobado que las comunicaciones son certeras.  Aunque todavía no lo hago con tanta facilidad o regularidad.  También he intentado aplicar el CDM, tal como J me invitó a hacerlo.  Me siento tan bien con él, es como si estuviera apadrinada por el mejor de los padrinos.  El amor puro. Siento un deseo de abandonarlo todo, de tomar una vida sencilla que se resuelva de forma humilde a sí misma. Que me permita comer y ayudar y cuidar de mis animales.  Veremos qué llega.  Me parece que J todavía tiene muchas sorpresas preparadas para nosotros, con su infinita sabiduría.

Se vienen semanas de cambios.  Con lo aprendido, estoy hablando con las piedras y con mi cuerpo.  He comprado mis primeros guardianes minerales, están aquí en sus bolsas, esperando ser leídos y programados. Cuelga en mi cuello una roca cristal de ojo de gato, blanca y redonda, pura y perfecta, que me regaló R.  Estoy ansiosa por hablarle también, y hacerla mi protectora, mi guía, mi navaja energética, mi ángel, mi hada, mi portal hacia más adentro de mí misma.  Dentro y fuera, todo es lo mismo.  Silencio o palabras, todo flota en la misma matriz.  El ego se va difuminando.  Todo apunta a que lo natural es mucho más fuerte y absoluto que el impacto del ego en la matriz energética.

Pedí a A ser mi maestra y aceptó gustosa.  Pregunté por grupos de práctica y sí existen.  Sólo tengo que asistir y continuar.  Practicar, practicar, practicar.  Aprender, aprender, aprender.  Olvidarme de que hay cosas que no sé, para saber que lo sé todo desde siempre.

Sep 8, 2012

amanecer

En este mismo cuerpo, en esta misma mente, en esta misma vida, hubo noche.  Pero también aquí amanece.

símbolos

La verdad es que yo desestimé los símbolos desde hace años.  Recuerdo ese día en que, discutiendo religión con mi papá, le dije que la comunión, persignarse, arrodillarse, etc. no eran más que símbolos, representantes materiales carentes de valor, inútiles.  Que no tenía ningún sentido realizar esos símbolos o cualquiera otros.

Después, ya de forma automática, puse todos los símbolos en la misma canasta, y desacredité todo tipo de "objetos" o "gestos" que se usaran en un contexto religioso o "espiritual".  Me parecía que la "espiritualidad", si es que se le puede categorizar, debía estar deprovista de todo, de absolutamente todo, lo material.  No podría identificarse con nada del mundo material y mucho menos, del humano.  Así que todo lo que un ser humano identificara consigo mismo, para efectos de fundamentar su dimensión espiritual, me parecía arbitrario, artificial, banal y primitivo.  Me imaginaba esos hombres de la India que lo han dejado todo y no tienen más que una corta falta de color bermellón.  Yacen sentados en el suelo, en el polvo, sus cabellos y uñas crecen, no tienen posesión alguna... Ellos me parecían lo más cercano a algo espritual.  Por supuesto yo nunca llegaría a ser alguien así.  Me atraía la idea de hacerlo, pero me aterraba el juicio social que caería sobre mí.


Jul 3, 2012

callar, mejor

y justo después de hablar con intención y convicción, intentando acreditarme frente a otro, me volvía a decir a mí misma, nunca más defenderé un punto de vista, no tiene caso, me volveré de ese tipo de personas que a todo dicen que sí y a todo dicen está bien, y con suerte, nadie se dará cuenta por estar todos tan absortos en ellos mismos y en sus propias acreditaciones personales, y pasará desapercibido que ya no me importa justificar nada ante nadie, que el único diálogo que me importa es el que tengo conmigo misma, y que no me interesa el juicio de nadie más que el mío hacia mi alma.

¿y qué sustituirá la palabrería? -la acción, que es mensaje en el hecho, sin adornos.

plegaria

abre mi intuición,
muéstrame mi camino de servicio,
dame un compañero

amado maestro

Primero, fueron las letras las que me acercaron a ti, cuando leí ese perfil que te describía en pinceladas poéticas y auténticas según tú mismo.  Después fueron las letras que me enviaste las que me enamoraron, disfrutaba tanto leerte, cada mensaje era una caja de chocolates, con listón dorado y papel de china chispeante y liso.  Y aquí estoy otra vez hablando con letras para decirme, decirte lo que siento, pienso, o lo que sea, lo que pasa por mi corazón cada noche que voy bajo la lluvia y en mi pecho retumba una sed que exclama, tengo qué escribir, tengo qué escribir...

Todo se ha desmoronado, lo sabes bien.  No sé qué queda de mí que antes conociera, si es que queda algo, y está mi cuerpo suave y rosado, como la lagartija cuando muda la piel y es pura carne y sangre al viento.  Apenas me da tiempo de reconocerme cuando ya debo tirar otro girón de carne seca y volver a encontrarme sin eso que hace minutos era algo a qué asirme.  Y siento que exhala cada poro de mi cuerpo y de mi alma desde el centro de mi ser hasta el final del universo. Luego inhala y ahí vamos de nuevo.

Es casi una tentación olvidarlo todo y hablar por teléfono fingiendo que esas palabras son las reales y estoy ahí sintonizada con la trivialidad, tomando todo tan en serio y participando con fe ciega del teatro de la vida. Pero ya no me sale y me escucho hablar como a una voz desconocida, que se manifiesta de quién sabe dónde y quién sabe cómo, y de la sorpresa sólo se le escucha en silencio, dejándola pasar tan pronto acaba.

No sé si te lo propusiste o fue accidental que este amor que me vienes dando me hace sentir como en retiro espiritual con un maestro tan experto que retarlo es de antemano saber que la lección no ha sido comprendida y no habrá forma de darle la vuelta: tarde o temprano habrá que tomar el toro por los cuernos y aprender a lo que se ha venido.  No sé cómo lo has hecho pero, igual que dice el monje zen, me has llevado suavemente a esa esquina dónde uno no puede moverse ni un milímetro más, y no queda otra opción más que sentarse a observar el interior, reposar la mente en el corazón, y contemplar la matriz con su juego loco y arbitrario.

Y es que tu silencio y tu aparente indiferencia me han aventado contra mí misma, no sé por qué idea descabellada me he puesto a observar por qué me hace falta de ti una cosa u otra, y todos me dicen que eso no puede ser, que tengo derecho a esto o a aquello, y me siento muy mal, pareciera que tú ganas y yo pierdo, pero luego me quedo callada y me da curiosidad deshacerme de esa necesidad también, de esa que remotamente me diría que tengo derecho a algo, y me causa una especie de morbo espiritual preguntarme qué sería si me preguntara qué hay detrás de ese derecho que de un momento a otro parece el motivo para decirte: maestro, no aguanto más.  Y no me queda más remedio que mentir a los amigos y decirles, sí, me pidió disculpas, sí, remedió lo que le pedí, sí, actuó como piensas que debió actuar, y con eso se quedarán satisfechos y callados y yo podré retirarme a preguntarme de nuevo por qué me siento inquieta, qué es exactamente lo que estoy proyectando y de dónde viene... de mi padre y su rigidez apabullante, de mi madre y su desconfianza aplastante, de mí misma y todo lo que me queda por trabajar, que bien identifico, y que cuando digo no aguanto más es por cobarde y floja.  Y por el pánico que me da precipitar la partida del maestro, si es que alguna vez ha de irse de mi lado.

Pero luego me parece que todavía aguanto más, tanto que ni yo misma sé quién es esta con la que vivo, y no sé si de verdad está loca y de verdad se le ha ido el piso, si ha caído en una especie de embrujo tuyo y ante los ojos de todos está perdida, está totalmente desubicada.  Y cuando indago con la intuición y me imagino cómo me percibirás tú, no resuena nada en mí, pues estás ahí quieto, el maestro no duerme nunca, no le interesa el alumno o sus lecciones, el maestro se ha desprendido de todo interés motivado por el ego o las pasiones, y reposa en flor de loto desde su tapete blanco, y cuando vayas en silencio a preguntarle, maestro, ¿puedes hacer esto, puedes hacer aquello, por mí?, parecerá dormido y se quedará callado con los ojos cerrados, y te dirá después de unos minutos que para qué quieres esto o para qué quieres aquello, qué qué es lo que te falta, que si en verdad te falta algo, no será el maestro quién te lo dé, sino tú mismo, si acaso eres capaz de generarlo y proveértelo, y que pienses en que luego vendrá algo más que necesites, y que será algo de nunca acabar, y que dejes de hacer tanto tango, y que cuándo vas a tomar finalmente la lección y sentarte callado a contemplarte, como él lo ha hecho por años, y no puede ni compartirte lo que ha visto, y no puedes ni imaginar lo que ha vivido...

Todavía no sé qué quede en pie después del temblor que estoy pasando.  A veces imagino que lograré pasar todas las lecciones y hasta tengo miedo de que llegues tiempo después y me pidas un abrazo, y yo no pueda comprender más por qué necesitarías uno, si ya todas las necesidades se han desmoronado.  A veces imagino que me viene una resistencia tan grande que me agito, y con uñas y dientes defiendo un derecho hueco a seguir dormida, y de ahí me tomo para decirte basta ya, hasta aquí llegaste.  A veces pienso que mejor tengo paciencia y mucha compasión hacia mí misma, hacia ti, hacia nosotros, y que en cualquier momento en que sienta ansiedad por cualquier cosa me dé un autoabrazo sin preguntarme mucho por qué sí o por qué no lo necesito, y lo haga en silencio y siga avanzando.




May 21, 2012

todos: uno


Esto sí nunca creí que pasara.  Se estaba desmoronando todo mi orgullo, casi, casi todo.  Sólo me quedaba la espinita de los viveros, de los viveros de selva. Pero analizando un poco el origen de la espinita, ésta se difuminaba y se hacía claro que no era original, auténtica, sino implantada por esas épocas de adopciones arbitrarias de gustos y misiones.  Así que lloraba un poco e inmediatamente eso también se iba, con todo lo demás.  Con la preocupación de lo que sucediera, con el miedo al fracaso absoluto, con el rechazo a la incertidumbre.  Y cuando alguien me preguntaba, ¿qué vas a hacer?, ¿pero cuál es tu plan?, ¿y luego qué harás?, me limitaba a buscar palabras que sonaran lógicas según la estructura de una oración en castellano, trataba de dar a mi interlocutor algo para hacerlo sentir respondido, resuelto, y por dentro mío, sentía el placer secreto e íntimo de flotar en la incógnita absoluta, en el vacío de planes e ideas, y me concentraba aún más en identificar cualquier expectativa, y borrarla por completo, así fuera emocionante y positiva, no, borrarla, desaparecerla, y volver a dejar todo blanco.
...y mientras me ponía de pie, con la sangre escurriendo por la pierna, a través del tonrniquete, sentí como si entrara y saliera de un sueño, como si mirara mi cuerpo deshacerse sin remedio, y pensara, todos se van a preocupar mucho si algo me sucede, más me vale remediarlo, pero si algo me sucediera... y sentía un placer secreto, una fiesta en la desaparición, una sorpresa tan grande que sólo un segundo después se nota que es agradable.  No exageres, pensé, no vas a morir por una cortada, pero si no te apuras, puedes meterte en un lío mucho más grande, y entonces sí, vas a vivir esa pesadilla de perder una parte del cuerpo.  Me recorrían escalofríos sólo de imaginarlo.  Y de nuevo entraba al sueño y preguntaba, "pero, esta persona que me dicen que sabe coser, ¿está muy lejos?", y me daba a la tarea de llevar a mi cuerpo al lugar que fuera necesario para curarlo.  Como si mi alma cuidara a mi cuerpo por consideración a estos humanos que me quieren, y yo los quiero también, en mi dimensión humana.

clareando

Era curioso. Depués de tomar aquel curso, todo había cambiado un poquito más. Hasta hace poco pensé que ya nada cambiaría, pero de nuevo se movieron las concepciones y me encontraba en un lugar diferente del anterior. Se me habían aclarado tantas dudas. Las coincidencias, la suerte, los fantasmas, la intuición.  Ahora podía comprenderlo todo. Me sentí feliz, más unida con todo lo que existe, parte de la infinidad de entes existentes, como uno más. Pude ver los árboles y no distinguirme de ellos. Pude ver a los animales y comprender por fin que el instinto no es todo. Era una solución muy elegante. Siempre estuvo la respuesta ahí, ante nosotros, pero poco pudimos atrevernos a intentar comprenderla. Los otros se mantuvieron entretenidos con todo el fenómeno, creyendo que la vida, así como la vivimos los humanos, es real y es la única verdad. ¡Qué lejos estaba de la verdadera esencia de la vida!

Mar 8, 2012

Yo quería que me amara como quién se sumerje en una pila de líquido espeso y cálido, olvidándose de sí mismo, entregándoseme todo.  Quería que se me abandonara a la confianza infinita de lo mío materno, seguro, incondicional y eterno.  Deseaba sentirlo cómodo y natural al estar conmigo, naturalmente atraído hacia mi paz y mi calma, naturalmente atraído a mi calor y a mi saliva.

Esperé paciente recibirlo.  Venía a veces, de a pocos, en parpadeos esporádicos de cuarenta y ocho horas, o un poco más, y se iba.  Luego el silencio.

Estaba cómodo adentro de mí.  Estaba cómodo afuera.  Encontraba afuera eso que no era yo, pero que era lo mismo.  Lo materno, lo seguro, lo incondicional, lo eterno.  Y ahí descansaba, sin llamarme más.

Dejé entonces de mirarlo a él, a sus mareas.  Me vi a mí misma. Me pregunté.  ¿Vas a seguir intentando llenar ese hueco de líquido espeso y cálido con un alma pasajera?  No va a suceder, te lo digo.  Suéltalo ya, se va solo de todas formas.  Pero no era tan fácil soltarlo.  Aunque no era tan difícil permanecer en silencio.  Y escribir.  

Feb 13, 2012

Claridad, paz

La claridad empezaba a tornarse más clara, valga la redundancia. Es decir, podía ver con claridad que la claridad estaba ahí, clara. Sólo tenía que no evitarla, no saturarla, no rayonearla con las creaciones caóticas de mi mente. En la claridad, todo parecía estar bien. Nada parecía suceder en específico, y eso también estaba bien. Las emociones se sentían más claras, más genuinas, más esporádicas. Y en el inter...un silencio, una paz, un descanso, un reposo. Al alterno de las pausas, se venían las confusiones, miedos, intentos por agarrar lo intangible, buscar seguridad en lo turbio. Más la claridad siempre volvía, yaciendo abajo de todo, como línea horizontal inalienable. ¡Esto es vida!, pensé. Empezaba a visualizarme como aquél pasto que antes quise ser. Pequeño, verde, vivo... respirando tranquilo. Así era ahora. Así se sentía la claridad. Sólo me ocupaba un asunto. Generar algo de ganancias económicas. Quién sabe. Con suerte podría lograrlo sin volver a entregar mi alma al diablo. Acentuadamente podía declarar, no volveré a entregar mi alma a nada ni a nadie. Y luego, sólo paz.

Jan 27, 2012


"Pero estemos atentos a que la relación no se vuelva rutinaria", dijo. Me sorprendió un poco que lo dijera, pero creí entender desde dónde lo decía.  Hasta ahora nos habíamos adaptado, no con poco esfuerzo, a los vaivenes espaciotemporales de vernos cada tanto.  Los encuentros eran siempre emocionantes, extraordinarios.  Tratábamos de detener toda la vida ordinaria para dar paso a la visita extraordinaria.  Convivíamos con intensidad unos días.  Siempre en celebración por la oportunidad.  Luego, venía la despedida vertiginosa. Los dos dijimos "no me quiero ir" o "no quiero que te vayas" más de una vez, con tranquilidad, pero también con auténtico deseo de prolongar la convivencia.  Pero no podía hacerse.  El otro tenía que partir irremediablemente a cumplir con sus obligaciones, gustosas o forzosas, pero tenía qué irse.  Había pasado un año y medio así.  Esperar, desearlo, esperar, desesperar, emocionarse, ¡recibirlo!!, disfrutarlo, despedirlo, extrañarlo, esperar.  Y así los ciclos.

Esta dinámica no nos permitía acercarnos demasiado, o así lo percibía yo.  No pasábamos de cierto punto de conocimiento mutuo.  No podíamos contar el uno con el otro en los momentos difíciles, ni podíamos ver cómo lideaba cada uno con sus momentos de crisis.  Siempre que nos veíamos era todo motivo de festejo, no había tiempo ni espacio para las sombras.  Fueron pocos los momentos en que compartimos nuestros lados oscuros, y no fue sencillo encontrarse de pronto con otra cara de este pseudo desconocido amado.  Yo no sentía a qué asirme en él.  No podía ofrecerle tampoco a él a qué asirse en mí.  Había poco conocimiento de causa.  A veces, el que intentaba ayudar al otro se encontraba con reproches y reclamos.  Como sucede cuando se intenta ayudar sin conocer el origen del problema.  En una palabra, no podíamos construir.

Pero ahora mi situación había cambiado.  Se habían terminado mis obligaciones forzosas.  Era libre de moverme sin prisas ni presiones de volver.  Podía ir a instalarme a su casa varios días, muchos más de los que comúnmente lográbamos vernos.  Eso implicaba un cambio a muchos niveles, supongo.  Para empezar, no habría ese tironeo de "ya ven", "no te vayas", porque yo podría ir y quedarme cuando y cuánto se nos antojara.  A primera vista parecía una situación más ventajosa, pero era finalmente una situación nueva a la que tendríamos que adaptarnos en muchos niveles.  Por ejemplo, emocionalmente, estaríamos más disponibles, más cercanos, y dejaríamos los vaivenes anteriores que nos daban cierto ritmo de alternancia emocional.  Y así sucedía con las otras dimensiones de la relación y de cada uno.  ¿Es aquí dónde nuestra relación se volvería común y corriente?

Para mí, al fin y al cabo, el meollo del asunto eran los momentos de vida de cada uno.  Nos gustábamos, si, nos amábamos, si, nos respetábamos, si, nos agradaba compartir intereses y actividades, si. Y lo más importante, nos aceptábamos tal cual éramos.  Había paz.  Pero nuestros momentos de vida eran diametralmente distintos.  Esto era lo más difícil de compaginar.  Se nos antojaban planes de vida distintos, con distintos componentes incluídos.  De forma natural, nos provocaban cosas diferentes.  Y no había forma de pedir al otro que hiciera o no hiciera algo, de que cambiara de una u otra forma, de que saliera de su mundo de seguridad para vivir otra cosa.  Era tácito el acuerdo de que, lo que fuera que cada uno hiciera, lo hacía por su propia voluntad, no obedeciendo a una solicitud -por más amable- del otro.  Y éste era uno de los pilares más sólidos de lo nuestro.  Quizá un arma de doble filo.

Entonces, pues, no había casi nada qué decir.  Cada uno podía actuar en concordancia con lo que creía y quería.  Ni siquiera era necesario anunciar qué haría cada uno.  Las acciones eran aquí, con más contundencia que nunca, absoluta autoridad por encima de las palabras.  Y, como los diamantes, en las acciones se reflejaría la transparencia de las emociones.  Su transparencia y autenticidad.

Jan 14, 2012


Primeras piezas de cerámica de torno.

fin del contrato

¡Bien, bien, bien!  ¡Me da gusto escribir este post!  Poco a poco me va cayendo el 20 de que por fin estoy en el lugar y momento en el que deseé estar por meses.  Para ser precisa, poco más de un año. Voy a repasar la historia rápidamente para terapearme, ¡como me gusta hacerlo!  Todo comenzó en febrero de 2010, cuando casualmente conocí a la que sería mi futura jefa.  Yo vivía en el DF y no tenía un plan muy concreto, más que mudarme a Chiapas e iniciar algo relacionado con la selva.  Después de que me hiciera una maravillosa propuesta, trabajé en su organización por un año y medio, tiempo durante el cual la maravillosa propuesta nunca se materializó.  No me salí del trabajo en ese tiempo porque me había mudado a San Cristóbal y pensé que las actividades en las que colaboraba se afectarían negativamente si yo dejaba el trabajo.

Enseñanza: preocúpate cuando pienses que eres indispensable.  Si te quedas en algún sitio porque piensas que todo empeorará si te vas, aunque tu situación personal mejore, empieza a cuestionarte por qué no piensas que mereces que tu situación mejore, y por qué estás tan preocupado por todo el mundo menos por ti mismo...  Nadie es indispensable, la vida es corta, ¿para quién la vas a vivir?

El año y medio que estuve en ese trabajo aprendí un montón de cosas.  Por fin viví en Chiapas, con sus pros y sus grandes contras también, y me quité esa espinita.  Aprendí más sobre mi línea favorita de trabajo y puse en práctica mis conocimientos anteriores, cosas que disfruté mucho.  Conviví con gente muy diferente a mí y aprendí de su compañía y sus percepciones.  Comprendí algunas dimensiones muy crudas del ser humano en las que no había reflexionado antes.  Algo de mi inocencia se fue.  Para bien, creo.

Enseñanza: de cierta forma, la pequeñez de estas vidas me hizo ver la pequeñez de mi propia vida.  Si nuestras vidas son tan pequeñas, fugaces y triviales (no en contenido, sino como eventos breves en la historia del cosmos), ¿por qué vivir buscando el reconocimiento exterior, que un grupo de gente diga "qué bien, qué capaz, qué bárbara", intentar llenar los estándares arbitrarios de una sociedad, cultura, momento histórico, etc.?  ¿Qué aprobación es la que realmente importa?, ¿la de los demás o la de uno mismo?  Se necesita valor para no buscar aprobación alguna.  Valor y claridad.

Justo antes de mudarme a este lugar, me costaba mucho trabajo levantarme por la mañana, pesaba 84 kg y me torturaba pensando por qué a mis 31 años no tenía una pareja.  Estar lejos de mi familia y de sus gastadas interacciones me ayudó a sanar lentamente mis heridas y dolores.  Conocí a un hombre maravilloso, empecé a despertarme temprano de forma natural, y perdí 7 kg de peso gracias a una dieta desintoxicante.  Leí dos libros que cambiaron mi forma de ver la vida: Born to be Free (Jac O'Keeffe) y Las 5 heridas que impiden ser uno mismo (Lise Bourbeau), entre otros.  Mientras se desarrollaba esta relación a distancia con él, fue todo novedoso y la distancia ayudó a atenuar las llamaradas pasionales que en otro momento quizá hubieran resultado homicidas, así que disfruté amarlo, que me amara y, por primera vez, no pensé en bodas, hijos, casas u otra meta, lo cual fue muy relajante y afortunado. Pude experimentar esta relación concientemente, en el momento presente, la mayoría del tiempo.  Eso fue algo nuevo para mí.

Enseñanza: por primera vez pude ver cómo hacía, pensaba y sentía muchas cosas simplemente reaccionando a mis huellas infantiles.  Siempre en el pasado o en el futuro, nunca en el presente.  Me pude ver como una persona con percepciones subjetivas e interpretaciones condicionadas, ni correctas ni incorrectas, pero sí sesgadas.  Esto me ayudó dejar ir cargas físicas, mentales y emocionales.  Estar en el momento presente me hizo vivir más intensamente y con mayor fluidez.  Vivir el presente me ayudó a sobrellevarlo.  Y pude disfrutar el momento, con lo que tiene, sin más ni menos.  Y lo más importante: empecé a aceptar la vida y la realidad como se presentan, tal cual.

Sin embargo, también, durante todo este tiempo estuve mirando hacia el futuro con ansia y angustia.  Cuando se terminara mi contrato con la organización, todo cambiaría.  Me encontraría liberada de un compromiso que en esencia no deseaba tener.  Volvería, de cierta forma, al mismo lugar en el que estuve hace 2 años: sin compromisos laborales y con el mundo enfrente para hacer lo que yo quisiera.  Fueron tan largos estos meses, que mucho tiempo pensé que este momento jamás llegaría.  Ahora veo cómo cada mañana me forzé a cumplir con mis responsabilidades, pero sin gusto.  Hasta que el momento llegó.  El momento en que todo es posible.  El momento de tomar estas enseñanzas y abrazarlas con gratitud y entusiasmo.  El momento de dejar de reaccionar al ego, a la sociedad, a los modelos, a la cultura, y probar fluir en una auténtica naturalidad.  El momento de hacer lo que te dé la gana.

Enseñanza: ten paciencia, todo estará bien.  Pero abre bien los ojos. Los espejismos pueden engañarte y puedes perder tiempo en ellos.  Trata de no dejarte seducir por los señuelos del ego.  Busca lo que tú quieres, lo que amas hacer, lo que te sale natural.  ¿Qué importa el resto?  Es tú vida, vívela como tú quieras.  Y cuídate, no pongas antes que tú a todo lo otro.  Tú vas primero, luego, el resto.  Siempre que tú estés bien, podrás apoyar a aquellos que amas.  Siempre que tú estés bien, te sentirás satisfecho con cualquier resultado que la vida presente.  Siempre que te cuides, te apapaches y te mantengas bien alimentado, descansado y en forma, podrás cuidar de ti y de los tuyos.  No importa qué suceda en el exterior, procúrate a ti mismo.  Y así, todos estarán más felices de estar contigo, ¡y tú mismo estarás feliz de estar contigo!

Han sido meses intensos y pesados.  No fue sencillo atravesar este período y tuve muchos momentos de flaqueza, incomodidad, forzamiento, y agotamiento.  Hubo muchos sacrificios.  No diré que "valieron la pena", sino que rindieron frutos concretos que he intentado esbozar en estas enseñanzas.  Las enseñanzas me han hecho una persona más feliz consigo misma, lo cual no se puede valorar.  Es algo que finalmente, creo, rinde satisfacción haber vivido.  No siempre se abren ventanas en nuestra comprensión.  Es grato encontrarme ahora, sin daños colaterales mayores, pasados estos momentos de aprendizaje. Siento que tengo más claridad.  No todo está descifrado, nunca lo está de todos modos.  Pero ahora tengo mayor confianza en mí misma y en lo que la vida me traiga, y sobre todo, menos miedo de lo que vendrá.  Creo que esto es fantástico.

Bien, saludo el futuro.  ¡Posibilidades!, ¡cambios!, ¡sueños!, ¡LIBERTAD!!!

No recuerdo cuál fue la última vez que escribí desde la selva.  Estar aquí me provoca escribir inmediatamente.  Será que no hay mucho que me distraiga de todo lo que existe.  No hay forma de distraerse deliberadamente con la televisión, con los objetos, con los libros, con los pendientes, con los planes… vaya, ni siquiera hay suficiente alumbrado público o privado para evitar adentrarse en uno mismo.

Me pregunto cómo percibirá la vida la gente que vive aquí.  El ejido es pequeño, con menos de 50 familias.  Los solares se acomodan en una pequeña cuadrícula, cada uno de 50 x 50m.  El ejido se distingue de otros por su limpieza y orden.  Los pastos están verdes, las casas son de madera pero algunas están pintadas.  Los setos están podados.  Así por encima, se percibe tranquilidad y armonía.  Ahora, de noche, se escucha música en algunas casas, pero no como en otros ejidos donde la estridencia es notoria, sino a un volumen amable, casi compartiendo, pero sin invadir a los vecinos.  En otras casas se escucha la televisión.  En otras no se escucha nada, sólo se ve un foco prendido por aquí y por allá.  Y en otras casas se escuchan risas de niños y grandes.  Charlan y ríen.
 
Alrededor del ejido hay montañas peludas de selva.  No son muy altas, pero la vegetación siempre las hace ver imponentes.  Siempre que las veo me da la impresión de que aquí la selva es tan explícita que grita por sí sola su presencia, invencible.  Pero no es así.  No es invencible ni mucho menos.  La selva es vulnerable y débil, y se la puede aniquilar con poco esfuerzo.  Simplemente aquí, donde estoy sentada ahora, pudo levantarse alguna vez un árbol de cuarenta metros de alto.  Y ahora hay un piso de cemento, una bombilla titilando débilmente, y una persona sentada en una silla de plástico escribiendo en una computadora.  Y así en todos los terrenos que se ven en el camino, sin árboles, con pasto, con ganado, quemados, en fin, ahí alguna vez hubo selva.  Quizá esta imagen  es de las que me tortura silenciosamente cuando viajo para acá.  Por eso no puedo dejar de ver los montes verdes y poblados e imaginar que así fue todo alguna vez. 

Pero no entremos en los dramatismos usuales en torno a la extinción de los ecosistemas (ja), regresemos a la vida del ejido.  Ahora hace un tiempo espléndido.  No hace calor y el aire no está completamente húmedo.  Quizá más tarde en la noche haga un poco de fresco.  No hay mosquitos, y eso sí es de agradecerse a Dios con toda el alma.  Es más, el tiempo está tan agradable que dan ganas de quedarse aquí una semana a no hacer nada más que columpiarse en una hamaca y nadar en el río.  Porque el río está aquí cerca, el río Lacantum.  Y es un río grande.  Tendrá unos cincuenta metros de ancho, y sus aguas corren rápidamente hacia el Usumacinta.  Es una corriente fuerte, nadar puede ser peligroso, aunque con un chaleco flotador y algunas habilidades de nado, una persona puede viajar de poblado en poblado a lo largo del río sin problema, según me han dicho.  Ahora no me he ido a asomar al río, pero seguramente sus aguas están azules y brillantes, como suele ser en temporada de secas.  Durante las lluvias, se tornan color café y el río crece.   Cuando los leñadores tabasqueños sacaron la caoba de la Selva Lacandona en los años 40, era usual que lanzaran las trozas (troncos cortados) al río y viajaran sobre ellos hasta el punto de reunión.  No sé hasta dónde llega el Usumacinta, me pregunto a dónde viajarían sentados sobre esos inmensos troncos, cabalgando el río.


Me imagino a Marcos (no él en persona, sino lo que representa) escribiendo “desde algún lugar de la selva”, como suele firmar sus misivas.  Estar metido de pronto en un punto muy, muy lejano de la civilización y ponerse a pensar y a escribir.  Y más si es en la selva.  Me lo imagino despojándose del pasamontañas y las botas, usando unos cómodos huaraches y tumbándose en una hamaca para esbozar el siguiente movimiento del Movimiento.  Pensar que algunas comunidades despertaron a una conciencia social de sí mismas y desde aquí, desde pisos de tierra y malaria, intentaron darse autonomía, derechos, identidad, respeto.  No sé cómo lo hicieron.  Además de que aquí no hay prácticamente productos y servicios que puedan aprovecharse para tal fin, me da más curiosidad cómo aclararon en sí mismos, en su mente, qué querían, y cómo querían conseguirlo.   Porque nacer y crecer en la selva tampoco provee muchos recursos intelectuales.  Es curioso, pero la relación que mantienen las comunidades con el ecosistema en el que viven frecuentemente es de extrañeza y hasta repulsión.  Digamos que no son el típico ejemplo de la relación armoniosa hombre-naturaleza.  Eso vino después, en el discurso… Aunque quizá en otros casos no es así.


¿Por qué este lugar guarda tanto encanto para mí?   Recuerdo que en la carrera era especial aquél que trabajaba “en la selva”, como si se le tuviera una especie de respeto, admiración.  Cuando entré al taller de tesis, que fue definitivo en la elección que más tarde haría sobre mi área de trabajo, existía las posibilidad de trabajar con especies de diferentes ecosistemas,  e hicimos una salida de campo a Tamaulipas y Veracruz.  En Tamaulipas visitamos El Cielo, una reserva de bosque de niebla, o lo que quedaba de éste.  En Veracruz visitamos Los Tuxtlas, un relicto de selva tropical.  Pero no, no fue ahí que la selva me impresionó, o no lo recuerdo así.  De niña, también, viajé a Chiapas, a Palenque, y tampoco recuerdo que en ese momento pensara que la selva era imponente.  Quizá fue después, durante el doctorado, donde mi motivación inicial era una idea (aquella de “la selva”) y se afianzó al cruzar el Lacatum y adentrarnos en la Selva Lacandona. Y es que qué selva, no es cualquiera.


En la selva conviven más especies por hectárea que en ningún otro ecosistema.  Es decir, la selva es el ecosistema más diverso qué existe.  El suelo de la selva tropical es muy delgado, el ciclaje de nutrientes se mantiene gracias a la gran cantidad de biomasa que hay en el suelo, conformada por miles de hojas que caen, se pudren y se degradan en el suelo, y por las raíces superficiales de los grandísimos árboles que viven aquí.  La vegetación está estratificada y esto se puede observar a simple vista: hasta abajo, el sotobosque, en un estrato intermedio los arbustos y especies pioneras, y hasta arriba, los árboles tolerantes a la sombra (pues se hacen sombra entre sí).  Finalmente, las especies de dosel emergente crecen y crecen hasta que sus copas rebasan a todas las demás y pueden recibir el sol sin intermediarios.  Todo esto sonará científico, y lo es.  Pero basta fijarse un poco en un manchón de selva que se ve.  En tantos tonos de verde, café, blanco, amarillo, gris de las hojas.  En tantas formas de hojas grandes, redondas, afiladas, como estrellas.  En los grosores, formas y colores de los troncos.  Y en los sonidos.  La selva habla a través de una voz de múltiples identidades.


Es quizá éste último el rasgo que recuerdo con más nostalgia cuando no estoy aquí, y el que me hace reconocer que he llegado: el sonido de la selva.  Si pudiera grabarlo en un disco y escucharlo por horas.  Miles de insectos cantando sus propias tonadas, a diferentes horas del día y la noche, hasta volverse casi estridentes al atardecer.  Las hormigas arrieras comiendo las hojas de un arbusto.  Los monos aulladores rugiendo como jaguares a kilómetros, hablando entre ellos un diálogo instintivo y misterioso.  Las hojas de los árboles meciéndose al viento o al agua, golpeando en armonioso batir.  Y la lluvia.  Un ejército de tambores que se acerca desde lo lejos y se le escucha venir, y que al llegar calla toda voz y todo pensamiento.  Benditas esas noches en que despertaba extrañada, ¿qué se escucha tan fuerte?, y sólo algunos instantes después podía comprender que el estruendo no era nada más que la lluvia, como sólo llueve en la selva.

Jan 7, 2012

Bueno, el fin de año fue como amenazaba ser: completamente estresante y desquisiado.  Me vino una ola de aprehensión más fuerte de lo que pensaba.  De pronto los días no eran suficientemente largos para realizar miles de pendientes que parecían tener la misma importancia. Cuando miro atrás a esos momentos, me pregunto por qué soy tan aprehensiva de cosas que seguramente no tienen importancia, ni siquiera a mediano plazo.  Además, sucede que en pocos días olvido por completo qué me tenía tan preocupada.  Sólo recuerdo que en esos momentos la sensación de pánico y repulsión se instala en mí 24 horas.  Son emociones intensas, pero que no puedo detectar ni manejar con claridad cuando aparecen.  Es como si éstas secuestraran mi capacidad para observarme.

Compré un libro que se ve muy interesante.  Se llama "Handbook of Emotions" (algo así como "Manual académico acerca de las emociones"), y parece estar muy completo.  Digo "parece" porque apenas he leído medio capítulo.  Es un libro muy gordo y trae decenas de artículos cuasi-científicos acerca de las emociones humanas.  Lo compré porque últimamente me siento extremadamente curiosa acerca de las emociones.  ¿Por qué existen emociones tan complejas en nosotros?, ¿todos sentimos emociones igual de complejas, o algunos únicamente sienten emociones "sencillas"?  ¿De qué depende que no nos permitamos experimentar ciertas emociones?  ¿Por qué automáticamente sentimos otras?  El pensamiento parece estar muy relacionado a las emociones.  El pensamiento parece afectar lo que sentimos, y lo que sentimos a su vez nos hace cambiar de parecer... Entonces no entiendo muy bien si la razón y la emoción están verdaderamente separadas, o fluyen en una especie de "continuo neuronal", por llamarlo de cierta forma... Se nota que no sé mucho de psicología.

Y hablando de psicología, últimamente me está seduciendo mucho la idea de estudiarla como carrera, sí, desde cero.  Llevo aproximadamente 15 años dedicándome a las ciencias naturales, ecología tropical, específicamente, y siento que he llegado a algo así como una revelación.  Por un lado, conocer cómo funciona la Naturaleza es muy interesante per se.  Hay personas que dedican toda su vida simplemente a dilucidar las formas y mecanismos del mundo natural.  Esto está bien, me parece muy bonito.  Sin embargo, por otro lado, la destrucción de la Naturaleza es creciente.  Minuto a minuto se pierden especies, ecosistemas, funciones, etc. ¿De qué nos servirá saber cómo funciona la Naturaleza si la fina red de interconexiones está desapareciendo?  Creo que de muy poco.  ¿Y qué es lo que está causando la destrucción de la Naturaleza? Bueno, todos lo sabemos, de una u otra forma, es la especie estrella, el ser humano.  Es decir, la Naturaleza se está destruyendo a sí misma, pero estamos tan acostumbrados a vernos separados de ésta que muchos pueden no estar de acuerdo.

¿Y por qué el ser humano está destruyendo a la Naturaleza?, bueno, entre otras muchas razones, por su ambición, búsqueda de la comodidad, ignorancia, y -como yo lo veo- grado de vacuidad vital.  Es decir, nuestra vida está vacía, ¿no es así?  Nada nos satisface, siempre sentimos un vacío profundo que queremos llenar, para que desaparezca.  ¿Y cómo podemos llenarlo?  Pues lo intentamos haciendo, teniendo, acumulando, en fin, buscando que los demás reconozcan que nos destacamos de una u otra forma.  Y cuando miles de millones quieren hacer y tener y acumular, esto tiene que reflejarse en las fuentes de recursos.  Los océanos han sido saqueados, los bosques han sido talados, los animales han sido extinguidos, y no hemos podido recuperar casi nada.  Entonces, ¿en dónde radica lo que motiva al ser humano a actuar cómo lo hace? - En las emociones.

Pensemos en un hombre común y corriente que no tiene coche.  Desea tener un coche para moverse, porque esto le permitirá llegar más rápidamente a todas partes (comodidad), ser dueño de un coche (orgullo), y sobre todo, que otros reconozcan que este hombre se diferencía de ellos porque tiene un coche (satisfacción, narcisismo).  Cuando el hombre compra el coche, quiere sentirse satisfecho y seguramente se sentirá así por unos días o semanas.  Pero más tarde sucede que el coche ya no es suficiente.  Ahora quiere tener uno de esos teléfonos "inteligentes".  Tanto el coche, como el teléfono, como sea lo que sea se relacionan directamente con la cantidad de recursos que se utilizaron para generar estos productos, y se utilizan para que funcionen, así como su impacto en el medio ambiente cuando sean descartados.  También, tanto el coche, como el teléfono, como sea lo que sea tienen un efecto en las emociones del hombre.  Así pues, las emociones afectan al ambiente en función de los  productos y servicios que adquiere la especie que puede sentir emoción: el ser humano.

Creo que no salvaré al mundo.  Ni siquiera puedo decir que salvaré una hectárea de selva.  Vaya, ni siquiera puedo asegurar que al final de mi vida me sentiré satisfecha conmigo misma.  Pero sí puedo seguir aprendiendo.  Eso me entusiasma.  Aprender.

Cuando decidí estudiar Biología, mi argumento fue que "quería conocer todo lo que funcionaba sin ayuda del hombre".  Sentía una repulsión natural hacia las Humanidades.  Sin embargo ahora, después de haber ido hasta cierta profundidad de lo que funciona sin el hombre, veo que desafortunadamente el hombre determinar el destino de aquello que no le necesita para existir, pero sí viceversa.  Pareciera que ahora me atrae la idea de conocer todo aquello que hace que el hombre funcione como lo hace.  Veremos si con mi manual de emociones puedo aprender un poco al respecto.