May 21, 2012

Esto sí nunca creí que pasara.  Se estaba desmoronando todo mi orgullo, casi, casi todo.  Sólo me quedaba la espinita de los viveros, de los viveros de selva. Pero analizando un poco el origen de la espinita, ésta se difuminaba y se hacía claro que no era original, auténtica, sino implantada por esas épocas de adopciones arbitrarias de gustos y misiones.  Así que lloraba un poco e inmediatamente eso también se iba, con todo lo demás.  Con la preocupación de lo que sucediera, con el miedo al fracaso absoluto, con el rechazo a la incertidumbre.  Y cuando alguien me preguntaba, ¿qué vas a hacer?, ¿pero cuál es tu plan?, ¿y luego qué harás?, me limitaba a buscar palabras que sonaran lógicas según la estructura de una oración en castellano, trataba de dar a mi interlocutor algo para hacerlo sentir respondido, resuelto, y por dentro mío, sentía el placer secreto e íntimo de flotar en la incógnita absoluta, en el vacío de planes e ideas, y me concentraba aún más en identificar cualquier expectativa, y borrarla por completo, así fuera emocionante y positiva, no, borrarla, desaparecerla, y volver a dejar todo blanco.

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