Mar 8, 2010
Imaginé un hombre libre de las palabras y de las ideas. Un hombre libre de etiquetas y de estereotipos. Pensé inmediatamente que cualquiera de los hombres reales que conozco me diría, molestándose, que eso es imposible, pero no me importó. Dejé a un lado las hipotéticas molestias de los hombres débiles y seguí imaginando aquél hombre diferente. Pensé en el gato, independiente y decidido, fiel a su naturaleza, parsimonioso y práctico, salvaje y civilizado. Se reveló instantánea la forma del hombre, autosuficiente y dirigido, satisfecho con su propia compañía y su objetivo. Imaginé entonces que estuviera buscando algo, algo diferente, auténtico y natural, hasta cierto punto normal, pero también extraordinario. Me presenté a la escena y charlamos, faltos de miedo. Nos hicimos amigos, hubo confianza e intimidad. Y después de un tiempo, así de pronto, decidimos ser algo más.
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