Mar 29, 2010

F.D., aliuqeT


Como algunos sábados, me dispuse a leer el periódico en esa cafetería de la esquina que tanto me gustaba. El tiempo era bueno y no tenía otra cosa mejor qué hacer. Me llevé un libro por si deseaba quedarme más tiempo, o leer en alguna banca del parque. En un gesto de pequeña rebeldía, opté por mi vieja camisa blanca y salí.

No había mucha gente en el café. Elegí una mesa bien situada en una esquina. Dí la clásica mirada de reconocimiento y entonces la vi. Se veía alta, largas piernas, el cabello largo. Usaba una falda corta, podía ver su muslos, firmes. Me llamó la atención tanta piel, un festejo, qué bien, por qué no... y después el libro que leía. La misma edición había llevado yo para leer en caso de terminar el periódico. Curioso, que llevara el mismo libro esta mujer. Tequila, D.F., de Mejía Madrid. Me echó un vistazo y continuó con su lectura. Inevitablemente cruzamos miradas, pero estaba demasiado lejos para decir, casualmente, "ah, ¿lees a FMM?, yo también...". Me dejé de cosas y me senté. Nunca suceden cosas así, ¿por qué sería diferente en esta ocasión?

Ordené café e inicié con la lectura del periódico. Medio Oriente, siempre un problema. Estados Unidos metiendo las narices donde no le llaman, el negocio de la guerra, destrozando vidas enteras de civiles inocentes. El gobierno del Distrito Federal, populismo puro. ¿Cuándo iba este país a tener una reforma política que modernizara ese añejo aparataje anquilosado? Seguramente yo no lo vería, quizá tampoco la siguiente generación, mejor ni pensar en eso. Bastante se había discutido que el tercer mundo sirve al primero, nadie nos sacaría del hoyo. El narcotráfico avanzaba a pasos agigantados en el país, se matara a quién se matara. 18,000 muertos hasta la fecha, increíble. Jóvenes la mayoría. Claro, indicación de las paupérrimas oportunidades que brindaba este clima político y económico...

Pedí otro café. Miré de reojo a la mujer. ¿Estaría tan bueno el libro? Más me valía empezarlo a leer. Tal vez lo notaba y me decía algo. De pronto, descruzó las piernas y las cambió. Pude ver un poco más de sus muslos, eran firmes, en efecto. Recordé la escena de Bajos Instintos, Sharon Stone, sin ropa interior, uf, y yo hace rato que no... Otra vez estaba divagando en tonterías. Esta mujer... Ni pensarlo. Tomé el libro y retomé donde me había quedado. Mmm, ah, si, Ugalde. Estaba relatando algo, algo sobre su amigo Venegas, el poeta maldito, describía algunas fiestas setenteras y las mujeres con quiénes se topaban. Mmm, bastante explícito Mejía con sus descripciones... Un culo increíble, nalgas redondeadas, se sentó en mi regazo, "bella y loca, la mejor combinación", me habló al oído, "cójeme ahorita". ¿Serían todas las mujeres así? ¿Cómo distinguir a las que lo son de las que no lo son? Mejía hablaba de un algo que indicaba a las que sí y a las que no, ¿tal vez la ropa?, ¿la actitud?, valga el esoterismo: ¿la vibra? Bastaba ser un poco observador. Un escote, sonrisa, eran mensajes al fin y al cabo... una falda. ¿Y si ésta era así?, ¿dejaría pasar la oportunidad? ¿Pero qué hacer para engatusarla?, no era sencillo ni obvio. Pero había un recurso que ya nos unía: el libro, y ella lo había notado, sonreía desde que lo saqué del maletín.

¿Qué pensaría del estilo de Mejía? Por lo visto iba mucho más avanzada que yo. Ya había pasado por las descripciones de las chicas... pensándolo a profundidad, era un libro extraño para una mujer, podría rayar en lo soez... al menos que la mujer que lo leyera encontrara eso atractivo, excitante. Sólo había una forma de demostrarlo, y el libro sería mi interlocutor, decidí no decir una sola palabra. Me puse de pie y me acerqué a su mesa, puse el libro ante sus ojos y la observé un segundo, creo que estaba impresionada de la coincidencia (¿no lo habría notado antes?), pues me miraba con grandes ojos. Sin meditarlo demasiado, le ofrecí mi mano y decidí llevar esto hasta sus últimas consecuencias. ¿Qué era lo peor que podía suceder?, que no respondiera a mi gesto. Pero respondió. Me sorprendí cuando sentí su palma en la mía, pero fingí que no. Caminé buscando dónde llevarla, ¿qué demonios haría con ella?, el plan estaba un poco cojo, es verdad, pero seguí caminando y no tuve más que entrar al sanitario... ¿Damas, caballeros?, mejor damas, porque los baños de caballeros están generalmente impresentables. Cerré la puerta con seguro, lo que menos necesitábamos eran interrupciones.

La llevé a la pared, aún incrédulo. La miré a los ojos, estaba sonrojada y muda. Era más alta de lo que pensaba. ¿Qué haría?, parecía expectante. Sus manos eran suaves, y sus brazos. Emanaba de ella un perfume sutil. Me acerqué un poco más. Otro poco. El perfume me envolvía, la besé en el cuello, improvisando. Me sumergí entre sus cabellos. Lentamente, cuello, oreja, hombro. Toqué por un segundo sus clavículas, ¡muy sensuales! Y seguía mirándome, cada vez se le notaba más nerviosa. Si no hacía yo algo pronto, esto iba a acolapsarse. Y pues lo hice, la besé. Estaba un poco reticente, así que la así por la cintura, firmemente. Cuál fuera mi sorpresa cuando me besó de vuelta. Estaba dispuesta entonces. Le dí media vuelta y miré su trasero. Era increíble, pensé en Mejía, era así lo que decía. Respiraba fuerte, lo está disfrutando, pensé.

Bajé lentamente el cierre de mis pantalones, subí con cuidado la corta falda y bajé la minúscula ropa interior. ¡Vaya! Si no me apresuraba, iba a correrme ahí mismo. Automáticamente, humedecí la palma de mi mano con la lengua (un gesto algo informal que no puedo evitar) y la busqué. ¡Era toda agua! La penetré con fuerza (gimió un poco) y me apoyé en ese increíble trasero. Traté de no correrme, respiré hondo para evitarlo, y me fui lento, pero no resistiría mucho más, me faltaba poco, empujé más fuerte, podía olerla, empujé más... y empujé tanto que, claro, casi cae al suelo. Salí del trance con el sonido alegre de su risa, estaba divertida de casi caerse. Reí también, avergonzado.

Salimos del baño y tomamos nuestras cosas, pagamos las cuentas y dejamos la cafetería. Mejía tenía razón. Vaya que esta ocasión había sido diferente.

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