Qué delicia quedarme sin palabras. Qué maravilla no saber cómo decir nada, no poder elegir un argumento, un punto de vista, la justificación de un relato siquiera. Qué deleite verme superada por un cúmulo de energías, sin poder dominarlas, sistematizarlas, categorizarlas, expresarlas ordenadamente y someterlas al menos a eso, a las palabras. Qué placer estar presente en este instante de creación espontánea, de indefinición, de ausencia de referencia, de significante, de tiempo. Qué grato verme con las manos vacías después de buscar palabras para un poema que se acerque a describir este momento.
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