Me gusta esa ventana, siempre abierta, permanente y plena, enfrentando el sol de la tarde y mirando el tiempo. Miro la cortina, blanca y llana, sin declaraciones ni tendencias. El viento, a su paso, se encuentra con el cristal, el cemento y el vacío, libre, indiferente. Me gusta el vuelo de la tela, errático, natural, arbitrario. Me sorprende muy gratamente sentir algo al verlos, como una obra de arte, emocionante. Me inspiran un agradable sentimiento, el de la simpleza de las cosas, la ausencia de control, la libertad, la indiferencia, la causa-efecto autónomos en una imagen, la belleza de la idea, el mensaje secreto y sabio escondido en una escena más bien intrascendente.
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