Conocí a un hombre. 51 años. Alto, soltero, de voz grave. Inteligente, sensible, profundo. Filósofo pielroja. Místico deportista. Sabio aventurero. Relámpago etéreo. Antes que de él, me enamoré de su biblioteca. Definitivamente éste era extraordinario. Ante su evolución, me quedé muda y sólo atiné a disfrutar de su compañía.
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