Más he sufrido por las letras para un hombre, que por sus manos. Más horas de papel, que de carne. Más he charlado con mi voz leyendo hombres, que escuchado la voz de éstos, que no escriben. Más horas me han tocado el alma, que las que han tocado mis entrañas. Lo mío, lo mío, es el amor platónico de celulosa y tinta.
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