Conocí a un hombre. Estuvimos juntos algunos años. Era alto (suficientemente) y teníamos mucha química. Nos divertíamos mucho. Llegué (creo) a amarlo con locura. Pero (me pareció que), no sabía qué quería, que dudaba, que no era del todo honesto, que tenía asuntos qué resolver. Un tiempo me pareció que no era cualquiera, pero más tarde cambié de parecer.
Feb 16, 2010
Feb 14, 2010
intrascendencia
el silencio
la distancia a todas las cosas
la perfección, la indiferencia
la integridad
la invencibilidad de lo absoluto
la intrascendencia de lo personal.
la intrascendencia de lo personal.
Caducaron las motivaciones.
Comprendí
el ser
el hacer
y la diferencia abismal entre ambos,
mi incapacidad
de sintonía absoluta
con alguno,
y la intrascendecia de esto también.
re-afirmaciones
Inmerso en la rutina, como un relámpago brevísimo, de pronto ocurre. Un momento de lucidez espontánea. Primero identifico plenamente la emoción de sentirme comprendida, reafirmada en mis ideas, de tener razón. Pero inmediatamente me distancio del fulgor de la empatía (presuntamente) recibida. Más profundamente, a un nivel casi imperceptible, así es durante toda nuestra vida. Así nos definimos y nos reafirmamos, en lo que creemos, y en como decidimos ser. Me es inevitable entonces pensar en cuántos eventos instantáneos de reafirmación vivimos diariamente durante los cuáles nos sentimos (primero) identificados, (después) justificados y (finalmente) convencidos. Y así, lentamente, vamos construyendo una Persona, que se define por esto o por aquello, y que ha encontrado, en pequeños acontecimientos nimios de la vida, respaldo para ser como es, y difícilmente se modificará.
Casi inmediatamente, estos eventos de reafirmación me parecen absurdos. Justificaciones huecas para evadir el encuentro con el vacío absoluto, la ausencia total de definición. Inmediatamente me parece que podría re-programarme a placer. Una persona indefinida, quizá. ¿Cuál es el sentido de la auto-definición? Las justificaciones han perdido toda su validez. Me siento perdida.
Entonces el día avanza y el consciente recupera su terreno. No puedo, repentinamente, ser alguien más. Siento el peso de la conciencia llevarme durante el día, como un muñeco titino manipulado automáticamente por su equivalente humano. Pero reflexiono: es posible escapar del consciente e identificar los gestos que quisiera cambiar, pero que he reafirmado a lo largo de la vida. Identificarlos es el primer paso, desafirmarlos podría ser el segundo, suplantarlos el tercero (o en su caso, eliminarlos) y finalmente, ejercer nuevos rasgos que no necesariamente requieren reafirmación.
Me siento más ligera.
Feb 13, 2010
registro
Pensé que no recuerdo las palabras que dije durante toda mi vida, no recuerdo qué oraciones usaba para expresar cosas, de pequeña. No recuerdo qué le dije a mi padre todas las mañanas, de camino a la escuela, qué palabras usé. No recuerdo cómo le dije a mi madre sobre un lápiz nuevo o sobre los cuadernos, sobre el uniforme horrendo que teníamos que usar. No recuerdo qué palabras dije en tantos recreos, en el tiempo libre, con los jóvenes amigos o los maestros. No recuerdo tampoco de qué hablaba en los descansos entre clases, en la secundaria o la preparatoria, o qué palabras dije en las clases de pintura, de baile, o en interminables cafés adolescentes. No recuerdo qué dije a los hombres que amé, qué cosas charlé con ellos cuando estaba enamorada, qué expresé o con qué sentido, ni qué me respondieron. No recuerdo qué palabras usé cuando pasé las noches con él, y tantas otras, no recuerdo qué dije. No recuerdo qué dije en las mañanas, al mirarlo y abrazarlo, al despedirnos, al discutir. No recuerdo qué palabras dije en los mejores momentos, ni en los peores.
Más recuerdo bien qué pensaba. De pequeña, de niña, de adolescente, de joven y más tarde. Recuerdo las ideas que se mantenían circulando en mi cabeza. Lo que creía, lo que me parecía correcto, lo que me parecía trascendente. Las reflexiones pequeñas de mi niñez, darme cuenta de las cosas, las personalidades, las relaciones. Y en la adolescencia, cómo pensaba insistentemente en el dilema de la popularidad, de aislarme o pertenecer a un grupo deleznable. Y recuerdo también lo que sentía, recuerdo bien los días felices y los terribles. Recuerdo pensar en lo que sentía y cambiarlo con razonamientos, mecanismo vigente. Recuerdo la quemante ebullición del deseo, la inseguridad de la incertidumbre, el desgarramiento del rechazo.
Recientemente, durante unos años, experimenté la ausencia total de ratos libres. Perdí también tiempos de reflexión. Fue muy duro y extenuante. Recuerdo los sentimientos asociados a esa temporada. Dejé de pensar en la vida y mi percepción de ella, mi cerebro estuvo saturado de tareas y ocupaciones, pendientes y compromisos. Casi lo considero un tiempo perdido. Es una pena.
Pero recuperé las horas-neurona hace relativamente poco. Ahora empiezo a notar que -tras ese período de "muerte cerebral"- va emergiendo un nuevo conjunto de pensamientos y sentimientos. Es una grata sorpresa. Veo que ha cambiado y sigue cambiando lo que hasta hace unos años creí que nunca cambiaría. Me estoy convirtiendo en lo que sigue de lo que fui por mucho tiempo. Me siento satisfecha. Veo las cosas desde otro punto de vista. Me voy comprometiendo con lo que pienso, sólidamente, como si por fin me atreviera a ser quién soy (como dijo Nietszche). Pero de las palabras que dije, sigo sin acordarme.
Más recuerdo bien qué pensaba. De pequeña, de niña, de adolescente, de joven y más tarde. Recuerdo las ideas que se mantenían circulando en mi cabeza. Lo que creía, lo que me parecía correcto, lo que me parecía trascendente. Las reflexiones pequeñas de mi niñez, darme cuenta de las cosas, las personalidades, las relaciones. Y en la adolescencia, cómo pensaba insistentemente en el dilema de la popularidad, de aislarme o pertenecer a un grupo deleznable. Y recuerdo también lo que sentía, recuerdo bien los días felices y los terribles. Recuerdo pensar en lo que sentía y cambiarlo con razonamientos, mecanismo vigente. Recuerdo la quemante ebullición del deseo, la inseguridad de la incertidumbre, el desgarramiento del rechazo.
Recientemente, durante unos años, experimenté la ausencia total de ratos libres. Perdí también tiempos de reflexión. Fue muy duro y extenuante. Recuerdo los sentimientos asociados a esa temporada. Dejé de pensar en la vida y mi percepción de ella, mi cerebro estuvo saturado de tareas y ocupaciones, pendientes y compromisos. Casi lo considero un tiempo perdido. Es una pena.
Pero recuperé las horas-neurona hace relativamente poco. Ahora empiezo a notar que -tras ese período de "muerte cerebral"- va emergiendo un nuevo conjunto de pensamientos y sentimientos. Es una grata sorpresa. Veo que ha cambiado y sigue cambiando lo que hasta hace unos años creí que nunca cambiaría. Me estoy convirtiendo en lo que sigue de lo que fui por mucho tiempo. Me siento satisfecha. Veo las cosas desde otro punto de vista. Me voy comprometiendo con lo que pienso, sólidamente, como si por fin me atreviera a ser quién soy (como dijo Nietszche). Pero de las palabras que dije, sigo sin acordarme.
el lugar
Feb 11, 2010
horas letras-hombre
Más he sufrido por las letras para un hombre, que por sus manos. Más horas de papel, que de carne. Más he charlado con mi voz leyendo hombres, que escuchado la voz de éstos, que no escriben. Más horas me han tocado el alma, que las que han tocado mis entrañas. Lo mío, lo mío, es el amor platónico de celulosa y tinta.
Feb 8, 2010
me propuse / pero
alcanzar un lugar sin fuga de energía
el espectro entre la angustia y la euforia
el espectro entre la angustia y la euforia
un silencioso estado de ecuanimidad
estabilidad, reflexión, eficiencia
distanciarme de todo, casi todo
conservar mi capacidad emotiva
todavía
me acecha la duda
(si en mí)
es que la intensidad está injustificada
es que la intensidad está incomprendida
es que la intensidad está dormida
es que la intensidad está olvidada
procuro entonces
llegar a ese lugar
sin abandonar éste
del todo
Feb 2, 2010
poesía reducida
Me tomó por sorpresa la conciencia
del límite de la palabrería
por ver reducida mi poesía a
ideas que expresé con impaciencia
creí antaño que el poder del verso
era eterno, invencible, infinito
más se reveló pronto, maldito
intraducible, el pensamiento preso
pobre estilo, el mío, de poeta
que se queda en silencio repentino
si presencia azorado el cristalino
brillo de la sensación discreta
sin rima, sin lenguaje, sin palabra
sin posible manifestación de letra
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