Habito la prisión de mi perspectiva. Sólo puedo ver el mundo a través de mis ojos, no puedo entender de qué se trata todo esto en realidad. Si pudiera verlo desde los ojos del otro, si pudiera ver el mundo desde otra niñez, desde otro estado de ánimo, desde otra latitud, desde otro lenguaje, ¿entonces cómo sería el mundo para mí?
Y lo que (en orden indistinto) pienso, creo, siento... Lo que considero correcto, lo que no, lo que quisiera tener cerca, lo que no... Todo ello, ¿por qué? ¿Seguiría pensando que cierto destino sería el mejor, que otro diferente no lo sería tanto, que eso que le pasa a otros ojalá me sucediera a mí, o que ojalá no me sucediera jamás? Seguramente pensaría algo totalmente diferente a lo que pienso hoy.
Y los deseos que me aprisionan, cuya insatisfacción me angustia: que si ocurriera tal cosa, que si encontrara a tal persona, que si llegara tal momento, entonces por fin, sería precisamente eso lo que faltaba, y entonces estaría todo claro, todo tomaría sentido.
Para liberarme de mis deseos, tendría que abandonarme a mí misma. ¿Y cómo abandonarme a mí misma?.. ¿Tendría el valor de hacerlo?
Si soy lo que soy porque otros son lo que son, no soy así porque así lo quiera, sino porque lo he aprendido así. Lo que soy está arbitrariamente asignado a esta existencia, la mía. En realidad no soy nada más que el producto de la replicación de un modelo, generación tras generación. Difícilmente puedo decir quién soy sin mi época, cultura y educación. Estoy definida por mi carga social.
¿Exagero? ¿No tiene sentido cuestionar el sentido? No importa. La marca que dejan algunas preguntas es indeleble, regresar a lo conocido es traición e hipocresía, mentira y cobardía.
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