Ayer viajé a la selva de nuevo. Realmente no tenía ganas de ir, pero tenía que hacerlo si quería liberarme de ese compromiso por un tiempo. Como estaba tan cansada y sin ganas, decidí viajar, pero sin involucrarme en los eventos más allá de estar físicamente presente, no preocuparme por nada -ni alegrarme tampoco- y salir del paso sin demasiado esfuerzo. No sé exactamente qué fórmula apliqué, tan sólo moví mi cuerpo, lo hice empacar, subir al auto, salir, conducir, llegar, escuchar, decir algunas palabras, partir. Estuve muy presente, pero desprendida. Tuve otros compromisos al regreso que también experimenté de esa forma desapegada, casi indiferente. El mundo pareció una inmensa película frente a mí. Todo, absolutamente todo, menos el silencio de adentro de mi cuerpo, me pareció ilusorio.
Te amo, lo siento, perdóname, gracias, te amo, lo siento, lo siento, te amo, te amo, lo siento, gracias, perdóname, perdóname, te amo, lo siento, lo siento, te amo, gracias, te amo, gracias, lo siento, gracias... Repetí frenéticamente en mi mente durante las horas de conducir, dirigido a mí, a todos, a nada, al mundo irreal, al silencio en mi interior. Llevo un tiempo pidiendo saber por qué estoy aquí. Te amo, lo siento, perdóname, gracias: a la solicitud, a la respuesta, a todo lo que ha sido pero estoy olvidando, al fenómeno, al fenómeno, al sonido, a...
Empecé a leer El Conocimiento Silencioso, de Castañeda y me golpeó con fuerza la seca descripción de un mundo subyacente a éste de compromisos y palabras. Aquel mundo no está preocupado por nada de lo que sucede en éste, simplemente se concentra en hacer lo suyo, en abrir portales, descifrar mensajes, establecer comprensiones, mover energías y otras artes subterráneas. Interesante, pensé, estoy lejos de ese mundo, pero a él quiero pertenecer, más que a éste. Parece contradictorio, pero ¿qué sentido habría de estar aquí si no fuera el de penetrar allá? Quiero decir, este mundo es todo construido. Fuera de lo construido, lo anterior - lo natural - no tiene ni lenguaje, ni palabra, ni pensamiento. Entonces todo lo que es producto del pensamiento, incluído el lenguaje, o producto del lenguaje, incluído el pensamiento, es creado, artificial, por así decirlo. ¿Por qué estoy aquí finalmente? Deseo conocer la respuesta. Y sin embargo, desearlo es como mancharlo de pesadez y defectibilidad... Hay que penetrarlo sin pensarlo, sólo hay que actuar.
Tal vez no sea el momento de interactuar con otros seres, pensé, de buscar su aprobación o voluntad. Es momento de actuar con uno mismo, hacia adentro, todo lo que se pueda, y aún más. Hay tiempo ahora. Es tiempo de aprovechar este portal. Seguí en estas cavilaciones durante mi regreso. Sentí que la mente hablaba, pero sin los accesorios de siempre. Sentí desapego a casi todo, casi un estado de silencio total. Pude haberme quedado en silencio por años, sin hablar con nadie más. Fue agradable, pero más que agradable, fue evidente.
Llevo días con un nudo en el estómago y un frío adentro del homóplato derecho. Pero me los explico bien. Me parece que es la mente que me quiere involucrar con el fenómeno y quiere llamar la atención del observador, quiere llamar toda su atención, hasta que no atienda nada más que el miedo, la ansiedad, la aprehensión, el estrés, la angustia, y al no hacerle caso, se hace más intenso el dolor. He tratado de respirarlo hacia afuera. Y de nuevo te amo, lo siento, perdóname, gracias.
En el otro libro que consulté acerca de desarrollar la intuición, la autora sugiere una serie de acciones para acrecentar las percepciones extrasensoriales. Tales son: enfocar la intención y estar atento, mantener un diario con todo tipo de eventos, sueños o experiencias intuitivas, buscar la compañía de personas en sintonía intuitiva, buscar buenos maestros, buscar momentos de soledad, pasar tiempo en la naturaleza, estar presente y alerta, meditar frecuentemente y de forma estructurada, hacer ejercicio físico, demostrar consciencia y discriminación al comer y beber, conocerse a uno mismo, mantenerse alerta del propio cuerpo, comprobar las intuiciones con información externa brindada por otras personas, bajar el ritmo de vida en general, participar en actividades artísticas, ser juguetón y participar en juegos, orar o rezar, construir espacio sagrado y crear rituales, decir la verdad, observar las parafernalias del ego, practicar la bondad, practicar el perdón, y finalmente amplificar los sentimientos de amor y gratitud. La autora se basa en entrevistas cualitativas que realizó a 43 personas con capacidades de percepción extrasensorial.
Al leerlos, me parecieron muy buenas recomendaciones, habria que seguir la receta, sin embargo, ahora me pareció algo primitivo, eran interesantes y útiles, si, pero también implicaban que existe una receta o fórmula para activar lo que está dormido. Como si mediante las acciones pudiera llamársele. De nuevo mi reacción ante los simbolos, tal vez, que juzgo limitados en cierta forma. Tuve la sensación de que algo más serio y fuerte subyacía a las acciones y esto era un giro en la energía interna y externa de uno, una especie de autopromesa, un cuasi-voto interior y silencioso de que algo era invitado a suceder. Le falta un ritual, pensé. Tal vez no eran tan primitivas las recomendaciones después de todo.
Sigo moviendo el cuerpo para llevarlo a hacer lo que la persona se ha comprometido a hacer. Aparentemente, la mente está sumisa, no involucrada. El silencio interior perdura con fuerza. No deseo hablar con nadie. No deseo escuchar palabras.
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