de pronto me vino un cansancio ante tanta demanda de cambio: supérate, mejórate, entiéndete, estate presente a cada momento, respira, vuélvete más natural, vuélvete más espiritual, vuélvete más humano, controla tus demonios, contrólate, vuélvete más sensible, conéctate con el interior, conéctate con el exterior, no discrimines, no juzgues, no pienses tanto, no sufras, medita, ora, canta, muévete, decídete, encuentra el propósito, síguelo, sé coherente, sé responsable, contente, contente...
e inmediatamente estuvo claro. sólo estás persiguiendo algo. lo haces automáticamente porque no te das cuenta de que -bajo la superficie- tienes la creencia de que hay esperanza, de que algo puede mejorar, tienes fe de cambiar, crees que vale la pena, y no te detienes y sólo intentas cambiar todo el tiempo, para alcanzar eso, salir de lo conocido, ser una especie de innovador de vidas, demostrar a otros que no eres lo mismo, y, sobre todo, entender de qué trata todo. pero sin esa fe en el cambio no te moverías de dónde estás ni un milímetro. se ha develado el deseo más sutil y recóndito, el deseo subconsciente, el que estaba supeditado a la premisa de que el cambio es posible -y tal vez hasta necesario. o que de alguna forma el cambio está justificado por sí mismo.
bah! tíralo todo! empieza de nuevo, pero sin fe, sin esperanza. ¿puedes hacer algo - lo que sea - absolutamente excento de apego al resultado?
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