Dec 18, 2010

mármol


No sé bien cómo fue. Desperté con cierto sinsabor en la cabeza, sin poder relatar el sueño que me producía esa sensación. Me acompañó la incomodidad unas horas, el comezón. Poco a poco emergió la fuente diáfana. Se había desmoronado esa cubierta tibia de su presencia en mi mundo, el sentimiento cálido que me acompaña cada momento desde que estoy con él, que prevalece aunque está lejos y sé muy poco de él en días, aunque no escucho su voz por semanas. Se había ido la almohadilla confortable de su fresca sombra. Quedaba la loza brillante y fría, el mármol sólido y resbaloso, la superficie desnuda y lisa.

No me quería.

Había sido todo imaginación mía. Cerebro de mujer que crea, inventa, arma una historia en la cabeza. Se cree que sabe y que está seguro, que las cosas son, y no que parecen. Hubo silencio. Todo era entonces diferente. No habían lindos recuerdos de nuestros viajes, no había confianza, no había intimidad ni complicidad. No había nada. No había el cuenta conmigo, ni el aquí estoy. No había nada. No habían esas noches largas de hacer el amor una vez, y otra, y otra, y despertar abrazados y sonriendo. No había el te quiero tanto. No había nada.

Curiosamente, en el sueño, no me explicaba el fin, ni me lo cuestionaba. Simplemente se había develado la realidad y así era. Mi estatus había cambiado de con él a con nadie, como fue siempre antes. En mi psique profunda se declaraba desierto el lugar, tan desierto que desaparecía. No había nadie. Era yo otra vez sola, quién quiera que yo fuese, lo que quiera que yo fuese, lo que quiera que "sola" significara, porque significa tantas cosas, y a la vez no cambia nada. Era de nuevo esta mujer que hace, que va, que viene, que piensa, que siente, que todo es implosión y silencio en su vida. Que no sabe ni quiere remediarlo, que está vencida. Otra vez como antes. Me rendía ante el inevitable estado ya experimentado por años. Entraba en la celda como el reo que sabe que tiene cadena perpetua, resignado, sumiso, doliente. Se había ido mi oportunidad de seguir amando. Se había terminado. Quedaba sólo el cuerpo automático y la vida insabora. No me quedaba energía para agradecer lo pasado. Sólo resignación y mucha tristeza. No tristeza por lo que se había perdido, sino por lo que venía adelante.

Y así avanzó el día. No pude enviarle mensaje alguno. ¿Qué tal que fuera todo cierto? ¿Qué tal que mi subconsciente me hablaba a través del sueño? Tal vez me avisaba a mí misma que dejara de crear la historia. Que rompiera la necesidad, el apego. Anular la falta que me hace su presencia. Que volviera a ser aquella otra, sin el calor de su compañía. Que enfrentara la vida sin el apoyo del sonido de su respiración a mi lado. Y así fue. Se replegaron las emociones. Se amputó el pedazo de corazón que le quiere y le extraña, le siente y late por él.

Y me costó más que nunca llevar el día... la vida. Me di cuenta de cuánto me impulsaba sin hacer nada, sólo estando en mi cabeza con brillo de fogata chispeante. Y cuánto me pesaba el día sin su luz y su calor de fuego vivo. Me pesaba terriblemente, tanto, que me aplastaba. Sin él nada de este esfuerzo parecía valer la pena.

¿Por qué? ¿Qué tenía qué ver él con lo que yo estaba haciendo? ¿Qué estaba haciendo entonces? ¿Forzándome a sobrellevar una vida "dura" valiéndome del motor de estar enamorada? ¿Pretendiendo que todo era sencillo porque de todas formas, encima de todo, le amaba? ¿Qué clase de demostración era ésta? ¿Para quién? ¿Para él, que de todo esto no sabía nada? ¿Para mí, que a veces podía ver claramente que todo este esfuerzo estaba vacío y era hasta cierto punto inútil? De nuevo me forzaba por motivos que ni yo misma entendía claramente. Quería escapar de la prisión que me había construído. Y sin tener mejor prisión para mudarme, se hacía evidente que no quería estar fuera, suelta, libre, sin agarrarme de nada. Ni siquiera del dolor que toda esta excusa llenaba en mi cabeza.

Entonces parecía claro. Tenía todavía que llegar a ser quién soy, con él o sin él. De otra forma no habrá nada que me consuele. Y tampoco podré amarle con corazón saludable y pleno. Será él siempre otra frazada para tapar el frío más hondo que me sigue congelando el alma.



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