Cientos de argollas de matrimonio por todos lados.
Viéndolo friamente, podría llegar en cualquier momento. Podría terminar este estado de espera y de pronto convertirse en estado de no espera, en cualquier segundo. Ahora mismo, por ejemplo. Podríamos cruzar miradas y su voz podría escucharse una milésima de segundo después. Podría decir cualquier cosa. Terminaría esta situación súbitamente, repentinamente, violentamente. La espera podría terminar en cualquier instante, cualquier instante puede ser el último, casi es como si no existiera la espera. Como la ola sobre el arena. El agua de la ola que llega a la playa y nunca está sobre el arena porque a cada instante deja de estarlo. En realidad no lo está en ningún momento, pues en todos los momentos deja de estarlo. No hay más o menos tiempo de espera porque en cualquier momento se puede dejar de esperar. No hay fecha, no hay cita, no hay día de entrega. El tiempo no se acumula, sólo cuenta el instante. Y pasado este instante, el siguiente instante es de nuevo éste. Puede ser sólo una palabra, cualquiera. No se puede predecir el instante de la primera palabra. Y ese instante, que no llega, me parece tan real que me siento
sorprendida del instante
presa del instante
Viéndolo friamente, podría llegar en cualquier momento. Podría terminar este estado de espera y de pronto convertirse en estado de no espera, en cualquier segundo. Ahora mismo, por ejemplo. Podríamos cruzar miradas y su voz podría escucharse una milésima de segundo después. Podría decir cualquier cosa. Terminaría esta situación súbitamente, repentinamente, violentamente. La espera podría terminar en cualquier instante, cualquier instante puede ser el último, casi es como si no existiera la espera. Como la ola sobre el arena. El agua de la ola que llega a la playa y nunca está sobre el arena porque a cada instante deja de estarlo. En realidad no lo está en ningún momento, pues en todos los momentos deja de estarlo. No hay más o menos tiempo de espera porque en cualquier momento se puede dejar de esperar. No hay fecha, no hay cita, no hay día de entrega. El tiempo no se acumula, sólo cuenta el instante. Y pasado este instante, el siguiente instante es de nuevo éste. Puede ser sólo una palabra, cualquiera. No se puede predecir el instante de la primera palabra. Y ese instante, que no llega, me parece tan real que me siento
sorprendida del instante
presa del instante
sometida al instante
olvidada del instante
ansiosa del instante
aterrada del instante
decepcionada del instante
indiferente del instante
olvidada del instante
ansiosa del instante
aterrada del instante
decepcionada del instante
indiferente del instante
escéptica del instante
Instante esperado, sin novedad, premeditado, predicho, predescrito, prepensado, preimaginado, presentido, previvido. Vivido mil veces en mi cabeza. Una palabra, cualquier palabra. ¿Viajas en este vuelo?, ¿a qué hora saldremos?, ¿qué escribes? Ya está. Estoy ahí: en el momento diferente. Termina el momento de espera. La vida cambia ciento ochenta grados, y todo lo que es ahora ya no es, y todo lo que no era, es. Y esta identidad cultivada, ¿se irá? ¿Quién seré cuando mi circunstancia ya no sea la que es? ¿Qué haré cuando ya no esté en el instante de la espera, cuando esté en el instante de la no espera? ¿Qué diré? ¿Qué pensaré de este instante de la espera? ¿Lo veré lejano, cercano, apenas hace un instante, ya hace una eternidad?
Cientos de argollas de matrimonio por todos lados.
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