Jan 14, 2017

Reflexiones en torno a la vulnerabilidad - 30 días, 30 reflexiones

Ejercicio de vulnerabilidad 1/30: no sé qué decir, no quiero que me juzgues. Si me juzgas mal, me quedo sola, si me juzgas bien, puede que quieras algo de mí.

2/30: ayer modifiqué la lista de quién puede leer esto. No me atrae la idea de mostrarme ante cualquier persona. De nuevo, mi miedo al juicio.

3/30: la pulsión de evitar este estado es muy fuerte en todo mi ser -físico, mental, emocional. Estar ahí significa para mí que estoy indefensa, que me pueden aniquilar. El pánico es proporcional a la resistencia que siento de estar ahí. Pero espiritualmente ese pánico se desvanece. Una parte de mí desea irse, estar allá, retornar a la Fuente, que acabe todo esto.

4/30: me debato entre el anhelo, el miedo a nunca verlo satisfecho, y el miedo a verlo satisfecho. Si se satisface, ¿cómo voy a continuar con mi pretexto de lucha?

5/30: en mi mente, yo nunca pierdo. Si puedo ganar en lo exterior, lo hago, y si en el exterior pierdo, siempre me digo cosas para sentir que no perdí. Me cuesta un montón sostener la derrota y los sentimientos asociados a ella. Pago un precio muy alto por ello: la soledad. Pero la ilusión de nunca perder me embrutece lo suficiente para seguir creyendo que vale la pena la imagen, sensu Pathwork: "nunca me derrotarás, nunca me rendiré, nunca me entregaré, nunca me tendrás".

6/30: desde mi Señora Máscara y Señor Ser Inferior, me cuesta mucho -mucho- reconocer que necesito. Puedo golpear mil veces y con toda la fuerza de mi cuerpo exclamar, "no te necesito!!!" (y por supuesto llegármelo a creer). Pero si me permito por un instante sentir el miedo, y doy el paso al vacío, mi corazón anhelante implorará entre lágrimas, "por favor mírame...te necesito". Y ese es un lugar de descanso y pánico simultáneos en mi interior.

7/30: con relativa frecuencia en mi mente se repiten escenas de mi vida dónde me sentí inadecuada, humillada, o que yo misma me ponía en la mira del ridículo. A veces por prepotencia, a veces por dependencia. Siento de nuevo en mi cuerpo esa profunda vergüenza y dolor. Como si no pudiera evitar que estos fantasmas del pasado vinieran a recordarme mi inutilidad, mi estupidez. Y trato de desestimarlos, pero regresan.



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