Cuando era pequeña y veía E.T., me quedaba azorada con la escena de la cocina que, aunque era muy breve, oscura y confusa para mí, ya me recordaba a esa otra cocina imaginaria, en especial por la lámpara que colgaba sobre la mesa, muy baja. Y una parte de mí no quería que esa escena terminara, sino que fuera muy larga y alguien me explicara por qué la lámpara baja me remontaba a otra cocina que nada tenía qué ver con ninguna cocina que yo conociera.
En mi niñez tuve una amiguita con una casa que fue lo más cercano a esa cocina de mis recuerdos misteriosos. No estuve en ese lugar más de dos veces y sin embargo ahora justo ese lugar me viene a la mente cuando aparecen esos recuerdos inexplicables. Los padres de mi amiga eran hippies y casi no nos hacían caso, lo opuesto a mis padres que siempre fueron controladores, pero también afectuosos. Así que nos recuerdo ahí paradas, aunque estoy segura que esas impresiones no tiene qué ver con estos otros paquetes de recuerdos misteriosos.
Y ahora mi mente consciente recuerda que esa amiguita era muy sexual y disfrutaba con juegos casi perversos de desnudarnos, tocarnos, introducirnos algo...y antes de seguir me invade una sensación de repulsión porque el recuerdo real de las niñas erotizadas ha contaminado la paz y seguridad de la misteriosa cocina con la luz baja y la madera y el olor a gengibre y a lana y a mamá...y cuando trato de regresar a las sensaciones dulces de la cocina inexplicada me doy cuenta de que no puedo...otra vez con toda suavidad y sutileza, se ha ido.
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