25 de octubre de 2012.
Vuelo DF-Madrid por boda de JM.
Hace semanas quiero escribir. A veces me llegan sensaciones o pensamientos
que me parecen esenciales y únicos, y me imagino escribiéndolos en ese mismo
instante. Otra cosa estaré haciendo y no
puedo escribir en ese momento. O entro a
la computadora con esa intención y finalmente me dejo llevar por la inercia de
visitar los sitios ociosos que absorben horas en la nada.
Pero ahora no puede ser así. No hay Internet en el avión y
tengo esta pequeña computadora que al menos me permite vaciar todo lo que he traído
adentro por días, meses. Qué curioso. Siempre ando buscando el sentido de las
situaciones y ahora pienso que quizá sea éste el único sentido de este viaje.
Aunque todavía no sé qué me espera durante su desarrollo.
Siento esta necesidad de hacer una reseña de mi vida entera
y luego guardarla en un baúl viejo dónde se ponen cosas que no es necesario ver
antes de 50 años. Ya me parece que está lejos. Por algún motivo sigo sintiendo
la necesidad de decir: esto ha pasado, ha sido así; como si quisiera dejar bien
claro cuánto han cambiado las cosas y cuán diferente de antes me siento. No puedo acentuar con suficiente fuerza lo
diferente que es la vida para mí. Ni
siquiera siento que la situación actual sea continuación de la situación
anterior. Me parecen dos situaciones por completo independientes.
Cuando miro a los años que pasé en Morelia, me parece que
vivía en un estado de hipnotismo profundo, como supongo que se sienten los zombis. Aunque en ese momento me parecía estar bien
consciente de mi vida, ahora la miro y pienso que no estaba consciente de
absolutamente nada. Definitivamente un parte
aguas de ese período fue la experiencia de F.
Ahora entiendo por qué fue todo eso tan doloroso, por qué la depresión y
los meses de llorar, por qué la caída al vacío y hasta con un gusto cínico por
la melancolía. Con esa experiencia podía declarar al fin que no había sentido
en nada. Llegué a concluir con toda certeza
que no había ser, energía o ente creador.
No había nada de nada. Ni esperanza. Qué equivocada estaba.
Fue necesario ese cataclismo para dar paso a lo que luego
seguiría. Cuando sucedió lo de F yo
quedé atónita ante los eventos con una mujer que llamaré L. Sin embargo, no
pude despertar inmediatamente de lo que entonces era mi realidad. Me dije, los comunicadores animales existen,
pero, ¿cómo lo hacen o qué significa que existen?, no lo sé, y el significado,
pues bueh, supongo que significa que hay gente que hace cosas increíbles con la
mente. Punto. No pude avanzar más en mi curiosidad. La tristeza de la pérdida de F y la caída de
todo el sistema que con tanto empecinamiento había sostenido me sobrepasaban.
Me dediqué a terminar la tesis del doctorado, bloqueando –de nuevo
deliberadamente- la posibilidad de abrir una puerta a un mundo desconocido y
totalmente diferente. Me recibí en
2008. Habían pasado 10 años desde que me
había enajenado con el trabajo. Creo que
no antes del día siguiente, empezó la desintegración de esa persona.
La inercia duró otros 3 años y pico. Me propuse seguir con
el posdoctorado con un proyecto de un libro de xate, escribí algunas cosas
sobre sistemas silvopastoriles, colaboré con un amigo para enviar un proyecto
de restauración que no fue aprobado.
Todos estos trabajos no fructificaron.
Aún tenía la mente puesta en Chiapas, como algo que ha quedado pendiente
de hacer y es necesario terminar, aunque carecía de sentido entonces y también
ahora. Inició el trabajo con Pronatura y –como lo marcaba mi costumbre- me
enajené con actividades científicas y laborales. No disfruté ese trabajo. Pero tampoco fui capaz de ver eso y expresarlo
al término del tiempo de prueba, 3 meses. De nuevo me tomé todo personal y
seguí con ello, la vieja costumbre del deber ante todo. Pero este trabajo era mucho más incómodo que
el del doctorado. Al menos en el doctorado todo el mundo me decía lo bien que lo
hacía. Sí. A veces pienso que en verdad mi educación
escolarizada apuntaba firmemente a algún puesto académico relevante. Tenía todo
lo que se necesitaba, sobre todo la actitud, el ego. Pero en este caso no eran actividades
académicas ni lo hacía yo también como antes. En realidad, luchaba por terminar
cada día. Trabajaba con hombres
indígenas, y no tenía que ser un genio para darme cuenta lo poco que yo ahí
encajaba, y lo poco que encajaban todas mis creencias con ello.
Por otro lado, volví a los escenarios de destrucción de la
naturaleza. Seguí pasándola muy mal por
eso. Bosques talados, plantas tiradas
que tardan en florecer 18 años. Hombres
que comercializan con ellas. No vale la pena
ahondar, el caso es que era muy desagradable.
Me costaba mucho trabajo enfrentar todo eso, porque en ese tiempo
todavía me involucraba por completo en las situaciones, como si el mundo que
vivimos fuera real, y valiera la pena tomar un papel de la lista y actuarlo en
la obra que todos actuamos. Yo también creía que debía participar. Y, al igual
que pensaba que mi papel era fundamental, me afectaban los papeles que
desempeñaban los otros. Mi ego estaba
bien apeado de mi cuerpo. Toda yo me lo creía todo.
Ahora me viene un cansancio de imaginarme todo lo que
siguió. Me detengo y me quedo abrumada
por aquellas situaciones. Tal vez este
ejercicio de dejarlas aquí descansar en el papel me sirva para no recordarlas con
tanta pesadez. Tal vez puedo recordarlas
en el futuro, como un extraño programa de tele que vi y que era muy azotado,
pero que no tuvo mayor trascendencia y que acepto como parte de la realidad.
Lo curioso es que todo fue sucediendo gradualmente, muy
gradualmente. Ahora me parece que
esto-que-ahora-es, sucedió de sopetón, pero no fue así. Si lo queremos ver así, esto-que-ahora-es
viene sucediendo desde el día que nací (sólo parece ser así, pero quizá desde
antes). Tenía que ser hasta ahora que yo podría darme cuenta de todo esto. No pudo ser antes. Me traiciono pensando que me pude ahorrar
todo eso, pero al mismo tiempo pienso que, si me lo hubiera ahorrado, tampoco
eso sería garantía de haberme dado cuenta de lo que sucedía. Es decir, el
estado mental actual parece sólo ser posible dados todos los estados mentales
anteriores. Pareciera imposible hacerlo
surgir de otras casualidades, quizá, menos traumáticas. Nada es casualidad, y al
mismo tiempo nada no está escrito. Apoyar y refutar esta hipótesis es lo que ahora
me hace pensar un poco. Pero ese es tema
muy reciente. Más tarde hablaré de eso.
Regresando a las reflexiones anteriores, fue hasta que
terminó el trabajo de Pronatura que pude plantearme las preguntas que había evitado
plantearme antes. ¿Qué es importante,
qué no?, ¿qué hacer en la vida, con qué sentido?, ¿qué vale la pena perseguir…o,
hay algo que valga la pena perseguir?, ¿para qué, para quién? La respuesta a todas estas preguntas quedó
desierta poco a poco. No me había
atrevido a dejarlas sin responder, como amerita, pero gradualmente me fui
atreviendo. Y todo gracias a – o como
producto de- encuentros providenciales que tuve.
5 de noviembre de 2012.
Regreso de Madrid a Mex.
Desde que era niña, me preguntaba dónde estaba el Universo,
o qué era todo esto – la vida – que sucedía ante nosotros. De alguna forma me acompañaba siempre una
duda profunda sobre la realidad. ¿Por
qué la consciencia?, ¿por qué la religión?, ¿por qué la cultura?, ¿por qué yo? La verdad es que nada quedaba aclarado. Tenía qué seguir con mis pequeñas
obligaciones pasara lo que pasara. Viví el tumulto emocional usual de los seres
humanos. Mi infancia fue sombría, pero no
tétrica. Mi adolescencia fue voraz hasta
conmigo misma. Mis veintes fueron
intensos, ora creativos, ora destructivos. Todo ese tiempo viví el dualismo
absoluto. Yo – un sujeto real – estaba
aquí. Dios – o como queráis llamarle –
estaba quién sabe dónde. Aprendí a ver
el mundo a través del método científico. Pasé muchos años así, con una rigidez
considerable.
Cuando terminé el doctorado regresé al DF. Pocos meses antes había re contactado con M, mi
amiga de la prepa. Ella había vivido su propia aventura y tenía 2 hijas grandes,
una casa y un divorcio. M ya estaba
buscando experiencias que le permitieran aumentar sus niveles de consciencia.
Yo seguía con mi rigidez pero no estaba cerrada a probarlas. M me habló de unos talleres vivenciales. Ella había asistido al Juego del Samurái, dónde
los participantes descubren qué estrategias usan para salir adelante en la
vida. Dentro de sus vivencias, había concluido que nada era grave en realidad,
ni siquiera la muerte. Éste era un
pensamiento nuevo que no había pasado por mi cabeza nunca. La muerte era realmente lo peor que yo podía
concebir en cualquier situación. La
escuché atentamente mientras veía desintegrarse el velo sagrado del concepto
del fin irreversible.
M también me comentó sobre el taller de sexualidad. Asistí. Fue una experiencia maravillosa. Después de años de ropa de hombre y método
científico, reconecté con mi feminidad. Fue como darme cuenta que era una
mujer, que puede ser sensual, que puede resultar atractiva, que puede amar su
cuerpo, que puede aceptarse a sí misma, qué puede dar vida de muchas formas.
Qué baja era mi autoestima. Vivía
todavía un profundo dualismo y, en él, estaba peleada con mi propio cuerpo
humano. Esta reconciliación fue muy
importante para lo que siguió.
M también me habló sobre el match. Ella había conocido a
algunos hombres ahí. Yo llevaba
sufriendo intensamente por no tener pareja desde 6 años atrás, y caer
continuamente en espejismos decepcionantes.
Después del taller de sexualidad, me sentía entusiasmada con interactuar
con alguien, con más confianza en mí misma, no necesariamente con el sexo como
objetivo. Abrí un perfil en match e
inicié la búsqueda. La verdad es que no
había nada muy interesante. Me mandaban muchos guiños pero no eran del tipo de
hombres que estaba buscando. M me volvió a orientar. No, no, me dijo, tienes
que hacer tú la búsqueda y poniendo las características del hombre que quieres. Así lo hice entonces. El sistema generó 4candidatos. Uno de ellos fue R. Y todavía es.
El encuentro con R fue sanador en numerosas
dimensiones. Desde luego fue muy
gratificante volver a relacionarme con un hombre de forma romántica. Él resultó
un exótico caballero lleno de sorpresas interesantes. Curiosamente, la primera mañana que amanecí en
su casa, encontré entre sus libros “El amor y la soledad”, de Jiddu Krishnamurti. Fue una lectura tan densa como
necesaria. Yo había tratado de leerlo
antes, sin éxito. Ese día empecé a
leerlo sin problema, para terminarlo un año después. Así son las lecturas que te cambian la forma
de ver la vida.
Para desarrollar mi relación con R, debía deshacerme de
todas las concepciones anteriores que tuve de las relaciones, la pareja, y los
hombres en general. El resto de su
biblioteca era igual de interesante. Las
lecturas que él me fue presentando, junto con la puesta en marcha de los nuevos
conocimientos que la relación exigía, rindieron muchos frutos. Estuve locamente enamorada de él, en el
sentido más dualista de la palabra. Tuve largas temporadas de colocarme en una
posición desventajosa ante él, percibir necesitarlo, extrañarlo, y esas
emociones propias del apego y las relaciones tradicionales. Sin que yo concibiera que eso pudiera
desaparecer, desapareció. Ahora estoy en
un punto que jamás imaginé. Sin
dependencia, sin apego, sin afán de control. Vivimos una relación que me atrevo
a llamar libre. Y la disfruto
mucho. No sé si el resto de mis
relaciones sean así. Por ahora eso no
tiene importancia. Con esas reconstrucciones se fueron mis ansiedades por la
soltería o la vida en común. Me costó
soltarme de todas las estructuras, pero fue posible. Todavía me quedan algunos
impulsos de posesión, pero los trabajo día a día. A veces, sólo con hacerlos conscientes,
desaparecen.
Poco después de conocer a R fui a dar a SCLC. También –y no- me arrepiento de eso. Primero
viví en casa de una señora alemana, en un pequeño búngalo dentro de su
propiedad. De ella no diré más que esto:
tenía el libro de Jac O’Keefe. Consideraba
que esa era la lectura espiritual más radical que hubiera leído. Me llamó la atención esta categorización y lo
compré. La lectura ha sido reveladora como pocas: dos años y pico después no
logro terminarla. Aunque no fue Jac la
primera que dijo lo que en su libro aparece, era aún más shockeante leerlo de una
mujer blanca de habla inglesa. Sus
videos en Internet eran como ventanas a nuevas dimensiones. El nivel de consciencia del que ella hablaba–
y en el que se encontraba sumergida – era algo desconocido para mí. Como navaja
afilada, echaba abajo todos, absolutamente todos, los conceptos de los que se
pudiera agarrar una persona, por decir lo menos. Ahí fue dónde me topé con una verdad
fundamental: tú crees ser una serie de pensamientos que tomas como verdad. Nada más. Simples pensamientos. Tú no eres eso. ¿Qué/quién eres? Por fin estábamos llegando a retos
interesantes. Naturales, no fabricados
por personas. Intuitivos, no
racionales. Aún sigo trabajando en esa
pregunta.
Mientras tanto, se revelaba que el encuentro con R ocultaría
retos más difíciles que los de trascender todas las concepciones sobre
relaciones y parejas. En cuanto me
enteré de lo que sucedía me sumí en otro abismo de tristeza que no me soltaría
por 2 años. Fue interesante ver cómo me
iba sumergiendo en las fases de los eventos catalogados como shocks. A él no podía decirle mucho, aunque sí empecé
a culparlo y resentirme. Me atacaron
todo tipo de dudas. ¿Qué haría si terminaba mi relación con él?, ¿cómo le diría
a mi siguiente pareja lo que sucedía conmigo?, ¿eso me privaría de tener otra
pareja el resto de mis días? De nuevo
enfrentaba la vida desde una perspectiva completamente dualista. Y con mucho miedo.
Pero algo curioso sucedía bajo todo el tumulto del
fenómeno. Quería sentirme bien. De verdad quería sentirme bien pasara lo que
pasara. ¿Sería posible?, ¿podría
trascender algo como eso? Con estricta confidencialidad
le comenté a M lo que sucedía. ¡Yo
conozco a alguien que puede remediarlo!, me dijo. Es más, esta persona puede
remediar cualquier cosa, de la índole que sea, que suceda contigo. Me quedé altamente intrigada. Sería necesario tener una entrevista con esta
persona. La llamaré P. Fue ahí cuando me encontré con la técnica. Ignoraba por completo el abanico de
revelaciones que se vendrían sucediendo a marchas aceleradas en 1año.
Poco tiempo atrás yo me había topado con el libro de las 5
heridas. Definitivamente, esta lectura
hizo una diferencia monstruosa en mi psique.
Me vi reflejada en las heridas – o huellas, como las llama R – que me
caracterizan. ¡Ahí estaba yo, retratada a
todo detalle! ¿Cómo podía pensar que mi
identidad fuera real, si aparecía retratada en un libro que había escrito una
mujer en Canadá, años atrás, que jamás me había conocido? ¿Por qué ella podía saber qué sucedía conmigo,
de niña y de adulta, si ni yo misma lo sabía?
Y yo que me sentía tan única, tan diferente del resto, tan
excepcional. Resultaba que lo que yo
llamaba “yo” era un simple efecto de ciertas causas. Lo auténtico, lo “yo misma”, no era
prácticamente nada. Todas mis acciones
eran, en realidad, reacciones. Las
decisiones que yo pensaba tan espontáneas y genuinas no eran más que el
resultado esperado de lo vivido en la infancia. Lo único auténtico, quizá, era
esa tímida neurona que se preguntaba cómo funcionan todas las otras. Las conclusiones eran coincidentes con el
libro de Jac, aunque ésta última hablaba desde la perspectiva espiritual.
Cuando llegué a la entrevista con P, me sorprendí de muchas
formas. Fue la primera vez que
experimenté la kinesiología, es decir, cómo el subconsciente puede responder a
través del cuerpo cosas que no están en el consciente. Además, ella hizo otras
cosas que causaron un efecto muy importante en mí. En su presencia, mi mente se aquietó y me
sentí bajo el efecto de una meditación profunda. Mi experiencia en meditación era poca, aunque
iba lentamente aprendiendo sobre su importancia. Yo llevaba algunas solicitudes
para P. Gracias al libro de las
5heridas, había caído en la cuenta de lo importante que era perdonar a mis
padres y a mí misma sobre los errores del pasado. Era necesario aceptarlos tal cual eran, con
defectos y virtudes, para seguir adelante. Y también era necesario perdonarlos
para poder amarlos con autenticidad. Así
que eso le pedí a P. Ella invocó la
técnica en silencio y después me dijo algunas palabras que resonaron
fuertemente en mi corazón. ¿Me permites
mostrarte lo que es amarte a ti misma bajo la concepción de Dios de lo que es
el amor a uno mismo? Respondí que sí a
todas las preguntas. Al final de la
sesión, mi cuerpo respondía afirmativamente lo que al inicio había negado. Algo
había cambiado, y P lo había hecho. O al menos yo creía eso en ese momento.
Sobre mi asunto con R, P me indicó hablar con el asunto
directamente. Me pareció una declaración
algo esotérica y no comprendí bien de qué hablaba. Pero me sonó algo lógica y no pregunté más. Todavía no sabía cómo hacerlo. Tenía que pasar un año de aprendizajes para
comprender a qué se refería. Habla con
él, me dijo, habla con él y ve por qué está sucediendo esto. Sin embargo, a mí todavía me faltaba pasar
por un proceso emocional, en el que pude aceptar lo que sucedía y perdonar a R con
todo el corazón. Necesité también otras
sesiones de la técnica, aunque en este caso fue con otra chica, no P, sino otra
que llamaré A. Salí de la entrevista con
P como renovada, aunque fue a los pocos días que realmente noté cómo un peso
enorme se había ido de mi cuerpo, mente y corazón. Y a mis padres empecé a amarlos sin ningún
obstáculo, tal cual son. Hubo una especie
de efecto dominó y pude aceptar a las personas tal cual eran. Se antojaba pensar que a todos. Al menos la sensación era esa. Aún ignoraba yo cómo P había logrado eso.
Después vino el fin del trabajo en Pronatura. Empecé a meditar fuertemente y tomé el libro
de comunicación animal de la mentora de L. Por fin pude leerlo a fondo, y, lo
que jamás pensé que fuera posible, empecé a practicar yo misma. En abril tuve mi primer resultado con
Cas. Pude comunicarme con ella. Fue muy claro pues me mostró que me escuchaba
en el mundo físico. Fue tan impresionante que quedé pasmada. Traté de
comunicarme con otros animales, pero no tuve mucho éxito. Seguí practicando todo lo que pude. Conseguí más libros y empecé a leerlos. Parecía que todos hablaban de lo mismo, de
una u otra forma. Curaciones, telepatía,
energía, intuición, meditación, mantras, chakras, ángeles, duendes, hadas,
espíritus, todo un nuevo mundo se estaba develando ante mí. Aquél que bloquee cuando censuré mi parte
intuitiva en la adolescencia. Aquél que
bloquee cuando sucedió lo de F. Empecé a
seguir un programa de tele que muestra a personas que tienen experiencias
después de la muerte, y viven para contarlo. Poco tiempo después, tomé el
primer curso de la técnica, para aprenderla.
No tuve resultados demasiado interesantes en ese curso, de
hecho casi no percibí nada. Mi cerebro
aun funcionaba con las fibras duras de la razón. Todo lo pensaba, todo lo analizaba, todo lo
cuestionaba. Así que durante el curso
sentí inseguridad más que otra cosa.
Pensaba que algo estaría mal conmigo y que a mí me sería muy trabajoso
lograr lo que A lograba. Pero no dejé de
practicar y, aprendida la técnica, practiqué la meditación que le correspondía
todo lo que podía. Trataba de quitarme
la idea de llegar a algún lado u objetivo.
Trataba de tomarlo como venía, con o sin resultados. Entendí cómo P
había logrado cambiar mis creencias acerca de mis padres y de mí misma. Ante mí se presentaba la posibilidad de
eliminar todas las creencias negativas o falsas que hubiera adquirido en esta
vida – o en cualquier otra.
Mientras tanto, como SCLC estaba lejos de la familia y R,
busqué mudarme a otro pueblillo más cercano al centro del país. Visité varios lugares y vi casas. Sin embargo no encontré ninguna que me
pareciera suficientemente buena, pues la que tenía en SCLC es estupenda. Así que seguí buscando, hasta que encontré
una suficientemente buena y decidí mudarme a ella. Sin embargo, con cierto misterio,
el trato de renta se esfumó el mismo día que iniciaba el contrato. Tomé todo con calma, para mi sorpresa. Regresé a SCLC con una nueva sintonía, una
especie de sensación de que todo estaría bien pasara lo que pasara, con mudanza
o sin ella. Vi todo con nuevos ojos. Me costaba relacionarme con las personas y
hablar con ellas. Algo muy fuerte me
llamaba por dentro. Sentía un impulso
muy fuerte de meditar y estar en silencio.
Aún lo siento. Todas las ansiedades con Desaparecieron. Las meditaciones se volvieron fundamentales
para comprender por qué estaba R en mi vida y lo que ello conllevaba. Conforme más practicaba las meditaciones, más
cosas se revelaban sobre los andares de mi alma, y yo me iba explicando todas
aquellas situaciones de niña que no había terminado de comprender cabalmente.
La Desaparición del Universo fue un eslabón fundamental en
la cadena que llegó a poner todo en su lugar con una solidez
escalofriante. Alrededor de los días en
que nacía D, yo lo leía a profundidad y trabajaba en unos jardines industriales
que se me encargaron. Mi ligereza era notoria, hasta para mí misma. Aunque cuando D nació, tuve una especie de
depresión postparto indirecta. Sentí un
agujero en el estómago por una semana, y tuve algunas pesadillas en las que
despertaba aliviándome de que no fuera mi hijo. Esto me reveló que la
maternidad podía permanecer latente en mis planes, no había necesidad de
apurarla, podía dejar descansar un rato el dilema detener hijos. Fue el libro que despejó la duda por
completo. O debo decir que fue J, que
habla a través del libro.
Todo ese tiempo que estuve en DF, pude continuar con las
prácticas de la técnica cada jueves.
Mientras tanto, encasa, seguí practicando sola e intentando comunicarme
con animales mediante telepatía. Vi a R
varios días, tanto en su casa como en la mía.
Fue muy grato convivir con él, aunque el trabajo de los jardines me
tenía bastante ocupada. Seguí viendo
casas en los pueblillos elegidos, pero no encontré nada. Regresé a SCLC y
participé de algunas prácticas de la técnica por Internet. Entonces tomó sentido el no haber encontrado
la casa fuera de SCLC, y seguir ahí. Las
mañanas se presentaron soleadas y silenciosas, perfectas para meditar, leer,
reflexionar. Miré la naturaleza con toda
consciencia de su neutralidad, aun con el cambio de uso de suelo. En cuanto a los entes vivientes móviles, no
tuve más emociones extremas por ellos, sólo compasión y respeto.
A pesar de haberlo cocinado por un tiempo considerable,
apenas ahora experimentaba lo que era aceptar la realidad tal cual es,
incluidos los eventos relacionados con mi vida, incluida yo. Todo iba tomando
su lugar, pero a un nivel totalmente diferente de cuando las cosas tomaron su
lugar en el pasado. Esos habían sido momentos de control y paz aparente, pero
nada qué ver con la verdadera paz que ahora sentía. Una especie de saciedad y
felicidad permanentes que están conmigo a la fecha. Un deseo de nada, pero sin tristeza. Una aceptación de todo, con gusto.
Entonces vino la oportunidad de tomar el segundo nivel del
curso de la técnica. Fue un curso muy
corto al que asistí con dudas de si valdría la pena. Fue costoso y tuve que
viajar de ida y vuelta varios fines de semana.
Sin embargo no me sentía cansada.
Me iba a dormir y dormía 8 horas seguidas con buen descanso. Me levantaba temprano y sentía una energía
interesante, como si el vivir el momento presente me diera energía en el
momento presente, y no se me terminara nunca la frescura. Si acaso caía en un mal
viaje o mala vibra, era por la costumbre de tantos años, y lo notaba. Como si una parte muriente de mí diera sus
últimas patadas de queja al mundo. No eran inconformidades auténticas, sólo
patadas de ahogado delego. Pero esas
también las dejé ser, sin juzgarlas.
El segundo curso fue muy interesante e intensivo. Pudimos experimentar cada plano y nos
comunicamos con seres de cada uno. Trabajamos entre compañeros y cuando llegó
el momento de comunicarme con J, lo solicité emocionada. Lo que leíste es verdad, fue lo primero que
dijo. Después usó símbolos que no comprendimos muy bien, pero ya sabremos qué
significan. Dijo que trabajaba conmigo,
que iba muy bien, que siguiera. Le
agradecí tanto, le dije que lo amaba tanto. Y él nos devolvió la gratitud y
amor multiplicados por un millón. Quedé
totalmente extasiada. No habían palabras
para expresar la sensación de gozo y plenitud que había en nuestros
corazones. Aun ahora quedan cortas ante
lo que experimentamos. Parecía la
explosión de mil supernovas ante nuestros ojos.
Un océano de luz que impasible esperaba a nuestras almas y a la
desaparición del universo.
Entonces todo se tornó más claro de lo que ya de por sí se
había tornado desde enero. Si el
universo es el ojo de madera de la mesa del departamento de mi amiga, y el
departamento de mi amiga, el edificio, la ciudad, el mundo, el universo repetido,
es Él, estamos tan cerca aquí en la Tierra unos de otros, que todo es
posible. Lo único que nos hace creer que
estamos separados es el ego y el cuerpo.
El ego parece grande, pero es muy pequeño. Comunicarnos con animales, con seres de otros
planos, hasta con esa criaturita que parece tan pequeña que me indicó P, y con
el mismo J, no es un asunto de magia o de imposibilidades superadas. Es quizá
un asunto de consciencia, si es que puede definirse como “asunto”. Sintonía suena mejor. O hasta estado del Ser. Aun no lo puedo expresar muy bien.
Sigo practicando. He logrado
comunicarme con otros animales y he comprobado que las comunicaciones son
certeras. Aunque todavía no lo hago con
tanta facilidad o regularidad. También
he intentado aplicar el CDM, tal como J me invitó a hacerlo. Me siento tan bien con él, es como si
estuviera apadrinada por el mejor de los padrinos. El amor puro. Siento un deseo de abandonarlo
todo, de tomar una vida sencilla que se resuelva de forma humilde a sí misma.
Que me permita comer y ayudar y cuidar de mis animales. Veremos qué llega. Me parece que J todavía tiene muchas
sorpresas preparadas para nosotros, con su infinita sabiduría.
Se vienen semanas de cambios. Con lo aprendido, estoy hablando con las
piedras y con mi cuerpo. He comprado mis
primeros guardianes minerales, están aquí en sus bolsas, esperando ser leídos y
programados. Cuelga en mi cuello una roca cristal de ojo de gato, blanca y
redonda, pura y perfecta, que me regaló R.
Estoy ansiosa por hablarle también, y hacerla mi protectora, mi guía, mi
navaja energética, mi ángel, mi hada, mi portal hacia más adentro de mí
misma. Dentro y fuera, todo es lo
mismo. Silencio o palabras, todo flota
en la misma matriz. El ego se va
difuminando. Todo apunta a que lo
natural es mucho más fuerte y absoluto que el impacto del ego en la matriz
energética.
Pedí a A ser mi maestra y aceptó gustosa. Pregunté por grupos de práctica y sí existen. Sólo tengo que asistir y continuar. Practicar, practicar, practicar. Aprender, aprender, aprender. Olvidarme de que hay cosas que no sé, para saber
que lo sé todo desde siempre.