No me importaría si volviera a ella, en verdad. Yo sé qué le sonaría extraño, imposible, hasta irritante, pero es así, no me molestaría. Si pronto o no, un día cualquiera, me avisara que ha decidido regresar a ese camino. Me alegraría tanto tanto por él, por ellos. Porque a veces pienso que pertenece a eso, que es su historia, que tiene todavía un lugar y un papel en esa trama, y bien adentro, no afuera. Le percibo arrancado de su tribu... No le entiendo sin esa parte, y no entiendo la separación entre esa parte y él. Los acontecimientos... bue-, son pasado. No existen ya. En cambio el ahora, que tiene eco en cada segundo que ocurre, es favorable y cordial para el reencuentro. Sé bien por qué lo digo.
Me dejaría un sinsabor su partida, es verdad, pero algo más grande y más profundo hablaría, diciéndome que está bien, que va a dónde pertenece, que será feliz y seguirá creciendo. No hay más que alegrarse cuando el lobo regresa a la manada. Yo, en cambio, he perdido para siempre la mía.
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