*Antonio Machado
Si, es cierto, seguramente escribo esto porque llegó. Quizá... es más, no quizá, sino seguramente, no escribiría esto si él no hubiera llegado... Pero llegó. No hay otra alternativa más que estar escribiendo esto.
Mucho tiempo me resistí a su no-llegada. Seguramente ahora mismo estaría en ello si no hubiera llegado. Pero llegó. Toda mi vida me dediqué a resistirme a la no-llegada de las cosas, siempre deseando la llegada de las mismas, en insatisfacción. "Desear es bueno, es ser ambicioso. El que es ambicioso alcanza más cosas. Tiene más. Es mejor. No desear es estar conforme. Mediocridad. No desear es... ¿incomprensible? Todos queremos algo, ¿o no?"
Entonces ahí están esos años de resistencia a su no-llegada, en especial a la suya, a la de otras cosas también, pero en especial a la suya. Recuerdo bien mis esfuerzos inútiles por provocar su llegada. En algún momento genuinamente creí que el balón permanecía en mi cancha para jugar.
¿Qué es eso que me tenía presa, haciéndome creer que era mi causa lo que ocurría?
¿Por qué me resistí a lo que la vida me dio?
¿Por qué insistí ante lo ingobernable?
Pero no era mi carta para jugar. No había nada que yo pudiera haber hecho ni nada que pudiera haber dejado de hacer para hacerlo llegar.
El momento y las circunstancias de su llegada son así, incuestionables, absolutos… lo único real. Ahora lo puedo ver. Ahora puedo ver que esos años pude bien olvidarme de todo el asunto y dejar de esperar. Asumirme en incompleta (si, ¿ y qué?) condición y vivir, simplemente vivir. Me pregunto si es por ese estado permanente de desear alcanzar lo inalcanzable que ahora siento que esos años se esfumaron. Que no era yo la que los vivía, ni la que los acumuló. Era la otra que nunca estaba en sí, pues siempre deseaba estar en otro lado.
De nuevo estoy ante una situación similar, pero me sigue costando fluir ante la no-llegada de las cosas. Eso, lo que tanto deseaba, sigue fuera de mi alcance y no hay nada qué pueda hacer para alcanzarlo. Su lejanía es lo único real, de nuevo incuestionable, de nuevo absoluta. Y sin embargo me encuentro resistiéndome, como antes, como siempre.
¿Por qué sigo insistiendo ante lo ingobernable?
¿Por qué me resisto a lo que la vida me da?
¿Por qué sigo perdiendo mi tiempo?
Si, es cierto, seguramente escribo esto porque llegó. Quizá... es más, no quizá, sino seguramente, no escribiría esto si él no hubiera llegado... Pero llegó. No hay otra alternativa más que estar escribiendo esto.
Mucho tiempo me resistí a su no-llegada. Seguramente ahora mismo estaría en ello si no hubiera llegado. Pero llegó. Toda mi vida me dediqué a resistirme a la no-llegada de las cosas, siempre deseando la llegada de las mismas, en insatisfacción. "Desear es bueno, es ser ambicioso. El que es ambicioso alcanza más cosas. Tiene más. Es mejor. No desear es estar conforme. Mediocridad. No desear es... ¿incomprensible? Todos queremos algo, ¿o no?"
Entonces ahí están esos años de resistencia a su no-llegada, en especial a la suya, a la de otras cosas también, pero en especial a la suya. Recuerdo bien mis esfuerzos inútiles por provocar su llegada. En algún momento genuinamente creí que el balón permanecía en mi cancha para jugar.
¿Qué es eso que me tenía presa, haciéndome creer que era mi causa lo que ocurría?
¿Por qué me resistí a lo que la vida me dio?
¿Por qué insistí ante lo ingobernable?
Pero no era mi carta para jugar. No había nada que yo pudiera haber hecho ni nada que pudiera haber dejado de hacer para hacerlo llegar.
El momento y las circunstancias de su llegada son así, incuestionables, absolutos… lo único real. Ahora lo puedo ver. Ahora puedo ver que esos años pude bien olvidarme de todo el asunto y dejar de esperar. Asumirme en incompleta (si, ¿ y qué?) condición y vivir, simplemente vivir. Me pregunto si es por ese estado permanente de desear alcanzar lo inalcanzable que ahora siento que esos años se esfumaron. Que no era yo la que los vivía, ni la que los acumuló. Era la otra que nunca estaba en sí, pues siempre deseaba estar en otro lado.
De nuevo estoy ante una situación similar, pero me sigue costando fluir ante la no-llegada de las cosas. Eso, lo que tanto deseaba, sigue fuera de mi alcance y no hay nada qué pueda hacer para alcanzarlo. Su lejanía es lo único real, de nuevo incuestionable, de nuevo absoluta. Y sin embargo me encuentro resistiéndome, como antes, como siempre.
¿Por qué sigo insistiendo ante lo ingobernable?
¿Por qué me resisto a lo que la vida me da?
¿Por qué sigo perdiendo mi tiempo?